domingo, 22 de abril de 2012

Trastornos de medianoche

Hace algún tiempo solía decir que era un poeta... palabras más, palabras menos, bueno o malo, más propiamente era alguien a quien le gustaba escribir en versos un tanto amorfos (e ignorantes de muchas de las reglas que dictan la forma de la poesía). De igual forma, ¿Qué más daba? Nadie más podía ver mis desvaríos sino unos cuantos valientes que me decían "¿Qué rayos haces escribiendo todo el día en ese cuaderno?". Eran mis pensamientos y de nadie más, indiferentes a las opiniones ajenas y a las no ajenas también, simple y llanamente mi punto de vista de algo, en ese preciso momento, impreso para la posteridad.
No voy a contarles cómo comenzó, pues de eventos personales están llenas las redes sociales. Lo único destacable, y que recuerdo claramente, es que fue por lo que a muchos los lleva inevitablemente a escribir: el desamor. Ese triste y muy extendido sentimiento que nos llega a todos alguna vez, más que nada en la época de la adolescencia (bendita edad en la que sentimos a flor de piel y confundimos una calentura con el más profundo y enloquecido amor). Bien, no soy el primero al que le pasa ni seré el último, todos nos sentimos poetas porque podemos transcribir sentimientos en un papel, pero encontré un pequeño punto en el que creo yo haber pasado al poeta aficionado promedio... no digo que llegué a grandes alturas, pero al menos sí me despegué del suelo.
¿Con qué? Simplemente porque dejé a un lado el sentimentalismo del desamor, tan sobre explotado por las canciones populares, los programas basura de televisión y comencé a observar mejor mi entorno, a encontrar otros sentimientos igual o más grandes que el a veces simple "no me quiere y ya no quiero vivir". Fue así como nacieron a partir de ese punto otros poemas, a mi punto de vista mejores que los otros, pues iban más allá de ser íntimos, abarcando a otras personas y situaciones que no siempre son observadas por las personas.
¿Pero por qué razón estoy pensando esta noche en ello? Simple: tengo unos días falto de inspiración (creo que se ha notado en la falta de entradas del blog, luego de la enésima promesa de que lo haría con cotidianidad). Entonces me puse a evocar momentos de mi vida en los que las palabras me salían hasta por los codos, en los que podía crear una historia a partir de una piedra en el suelo, donde mi inspiración de verdad tenía un motivo para existir. Muchos de esos momentos fueron en la escuela o en los trayectos a ésta, cuando tenía problemas personales, escuchaba problemas ajenos u observaba simplemente personas pasando por el camino, cada una con una historia diferente que contar. Tal vez no las conocía todas, pero interpretar sus semblantes o escuchar una parte de ella me daba suficiente motivo para comenzar a divagar, a imaginar mundos, personas y eventos... todo aquello en lo que era tan feliz y me perdía de la realidad por un instante, volviendo a ella con los ánimos renovados y unas fuertes ganas de seguir.
Por algún extraño motivo, esta noche, y desde hace varias ya, me encuentro evocando esos momentos con nostalgia, esperando que un dejo de esa magia saliera del recuerdo y volviera a una vida dominada por la rutina y la ausencia de personas pasando... es curioso, pero la completa soledad que supuestamente gusta a los escritores a mí me llena, me parece tan carente de ideas, tan llana, más propiamente dicho. Desgraciadamente, algunos tenemos lo que no pedimos, y ese es mi estado ahora... recostado en una cama esperando a que una misa caprichosa se decida a volver a mi presencia, cosa que, u olvidó como hacerlo o tal vez es que ya está muerta. Culpo de su muerte al tedio de una vida peculiarmente complicada de un tiempo para acá.
En fin, mientras la situación siga así, no sé qué tanto avance en mi carrera literaria, si es que existe alguna, lo único seguro es que no habrá muchas novedades durante este tiempo, pues si bien no soy un artista en toda la extensión de la palabra, sí tengo el temperamento de uno... cualquiera que me conozca podrá corroborar esto.
Mientras, para matar el exceso de tiempo libre y las ganas que tengo de escribir pese a la situación, escribo historias sin final que tal vez jamás vean uno materializado, ¿Pero qué más da? En este momento la mayoría de las cosas en mi vida no están materializadas... triste pero cierto, y aunque suene a esas entradas "emo" que suelo evitar.
Me despido por hoy, aburrido y cansado del tedio... sin más que escribir que mis quejas sin gracia por lo pronto.