Otro tiempo de versos

Luego de pensar en el tiempo que he dejado pasar al blog sin recibir una pequeña dosis de literatura, aunque fuese la más pequeña, he decidido dedicar el día de hoy a mostrar un pequeño poema, sumamente sencillo, del cual no daré la descripción que suelo dar sobre su contenido. Creo yo que es de fácil digestión, al menos en sus puntos fuertes. Prometo volver otro día con algo de narrativa, algo que está todavía más olvidado que los versos.
Sin más, y luego de un cansadísimo día, espero que sea de su agrado, o un tema interesante de discusión.

Rosacruz
Pétalos mecen mis puntas,
3 filos, una flor, y el recuerdo
de una noche, de un exhalo
en el cobijo de lo incierto.
Abrazada con tus espinas,
a mi pecho fielmente guardada,
esperas la fe, el renacimiento,
el final de ésta ínfima alborada.
Ave rosa en perpetua agonía,
heme aquí, ecuánime,
¿Qué esperas para destrozarme?
sé el vino, el pecado, ¡ámame!

Hacer el amor eternamente,
entre símbolos apócrifos y paganos,
con el sueño como amante
y en cada día un año.
Gnosis y redención enamoradas,
el misterio de una hoja disipada,
como un poeta que jamás habló:
“ésta vida es otra, destrozada”
Soy la cruz, y tú la rosa
atrás los días incomprendidos
abrazados aquí en el enigma
de los hechos perdidos.
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¿Le entendieron? ¿Les gustó? ¿No es algo sumamente sencillo?

¡Hasta en el cine!

Ha pasado el fin de semana navideño, dejándonos en el limbo de siete días previo a la siguiente celebración: el año nuevo. ¿Cuántos kilos han subido? ¿Les trajo ese lindo invento de la coca-cola lo que pidieron? ¿Han intentado dejar de pensar en esas incoherencias? Yo no, hago esas preguntas a todo cuanto felicito (y que le tenga confianza). Pero bueno, he prometido no defraudar a este proyecto personal, y heme aquí luego de tres días de comer como convicto en su última cena, pensando en algo en que escribir... cuando me dije sabiamente, ¿Para qué pensar, si puedes criticar? Así, fue sumamente sencillo elegir el tema de hoy. A pesar de que hace tiempo no brindo al mundo un escrito original, ya sea en prosa o verso, preferí inclinarme por el camino de la malicia, atacando ahora contra otro consentido de la sociedad opioide actual en la que vivimos, esa red social que se ha convertido en la vida social de más de la mitad de la juventud actual, en la que han dejado la parte más importante de su vida al descubierto, para que cualquier morboso pueda verla con un simple clic, ¿Ya sabes de qué estoy hablando? Si tu respuesta es negativa, no puedo evitar pensar que has vivido en una cueva la última década (de hecho, lo más seguro es que ni siquiera estés leyendo este blog por ti mismo, neanderthal).
Facebook es esa pesadilla blanca y lila que fue escalando hasta la cumbre en manos de unos tales Mark Zuckerberg y Dustin Moscovitz, ambos estudiantes de la prestigiosa escuela Harvard de los Estados Unidos (pero eso ya todos lo sabían, ¿O no?). No voy a adentrarme mucho en la historia de esta red social (eso vendrá al caso más adelante). Mi crítica va más bien dirigida a la importancia que ha adquirido últimamente, con ese espectáculo en que viene envuelto ese tema de la Web 2.0, en la que todos podemos poner nuestro granito de arena para hacer crecer la información que viaja por la red, ya sean nuestros pensamientos, tonterías, fotografías normales y comprometedoras, estado de ánimo, intenciones con algún prospecto... en palabras más viles, nuestra intimidad. Todo aquella que hace un tiempo tenían que preguntarnos en persona, ahora está disponible al alcance de una simple condición: ofrece tu información a cambio de la que deseas, perdiendo toda posibilidad de volver a realizar ese pequeño arte tan rico que es una amena plática, ¿Para qué diablos? Podemos dejarle mensajes en su muro, chatear con el/ella/eso a través de una austera ventanita, mensajes privados, enviar invitaciones, retarle a un juego, enviarle una cabra/vaca/cualquieranimaldegranja, etcétera, etcétera, etcétera... son demasiadas las opciones que los dos jóvenes le dotaron a su pequeño monstruo, que crece y se alimenta de todos aquellos que día a día entran en sus redes.
¿Pero adivinan qué? Yo también caí (en unas condiciones algo anormales y poco justas, pero eso ya sería destapar mi privacidad). No me avergüenza decir que tengo una cuenta en Facebook, puesto que superé mi trauma en cuanto noté que todo el que se burlaba de mí terminaba haciendo una cuenta, y peor aún, sumamente prendado a ella. Puedo jactarme, personalmente, de no abrirlo más de una vez a la semana, de conocer en persona al 99.9% de los contactos que acepto como amigos (me extraño tanto ver a esa cosa preguntarme si quería aceptar como amigo a los amigos de toda la vida, o confirmar que mi hermano es mi hermano), y de no utilizar ninguna de sus aplicaciones. Sí, no dejo mensajes en el muro, no uso los juegos ni las aplicaciones, ni siquiera comento fotos... ya sé que están pensando: ¿Para qué &#/$(# tienes un Facebook entonces? Simplemente para que dejaran de preguntarme hasta la saciedad ¿Por qué no tienes uno? Así de simple funciona la cosa, o lo tienes y eres normal, o no y eres un ente subnormal que vivirá soltero hasta que los mayas decidan darle cranck al mundo (inserte a su deidad favorita en el sujeto, si no está de acuerdo).
Una vez fue la televisión, luego fueron los chats de todo tipo, ya fueran anónimos (¿Quién no entró siquiera una vez a Latin Chat?) o el tiempo en que el Windows y el Yahoo Messenger andaban en pañales. Luego hubo un pequeño tiempo en que el mundo lo dominaba esa basofia llamada Metroflog y sus derivados extraños (¿O eso pasó nada más en donde yo vivo?). No sé completo el camino al que se tuvo que llegar para encontrarnos hoy con este servicio, pero de algo estoy seguro: va a durar en irse, pues cada vez cuenta con más cosas, usuarios y promoción, al grado de que los negocios del nuevo siglo no se conciben sin él (no me pregunten la razón, yo no le encuentro la seriedad necesaria para ser considerado como tal).
Una aclaración: no estoy en contra de él. Me da la misma si quieres mostrarle al mundo las partes donde no te da el sol a través de esta red social, o si encontraste a tu media naranja en esa mala imitación de Harvest Moon (cuyo nombre no logré aprenderme), yo simplemente no puedo concebir un mundo falto de privacidad, en el que ya no necesitas apretarte las gónadas para ir hasta una chica linda, y sudando a mares del nerviosismo decirle "¿Tienes novio?"; tampoco me imagino a la humanidad sin tener que mandar lindas invitaciones impresas de casa en casa, o las felicitaciones de cumpleaños que incluyan un abrazo de verdad, o las granjas "de a deveras"... puedo estar hablando blasfemias contra la nueva religión de la humanidad, así que me detengo antes de que venga la nueva Santa Inquisición por este pecador que sigue "humanizado".
Pues sí, estamos rodeados de esto por todas partes, y como si no fuera suficiente, el otro día me encontré con la gota que derramó el vaso: Facebook se va al cine, ¿Cómo diablos? Pues con una muy maquillada biografía de los nerdos creadores. Según leí algunas reseñas (¿Yo? ¿Pagar por ver esa cosa? Prefiero entrar a ver una infantil), la película narra la historia de dos jóvenes Mark y Dustin, en su camino que, cual Dr. Frankenstein, llevó al nacimiento de la red social que hoy te hace babear por más de doce horas. Yo hasta ahora me pregunto: ¿Vendrá en la película incluida la razón por la que esa cosa se adueña de todo lo que introduzcas en ella, pudiendo utilizarlo a su malvada conveniencia? ¿Cuántas personas saben eso? ¿Cuántas de las que lo saben lo siguen usando? ¿Alguien puede enseñarme a ocultar mi correo electrónico en esa porquería? Tengo muchas preguntas, a las que mis adictoamigos pasan de largo diciendo "me vale, está bien chido y ya". Ya los veo formados, dispuestos a despacharse la vida ficticia que se arreglaron sus dos creadores para verse más cool ante la gente, siendo que, en mi humilde opinión y como ya lo expuse, no han de haber sido más que un par de nerds sin mucho pegue ni atención, que en un momento dado decidieron dominar al mundo cual Pinky y Cerebro, dándole a las masas lo que pedían a gritos: algo que les succionara la razón, una vez más, pero de una manera definitiva. Eso no es material cinematográfico, pero si hasta el auto secuestro de Diego Fernandez de Ceballos lo es, puedo tomarlo como argumento para seguir diciendo que la sociedad se está yendo a pique.
Pero tú no te preocupes, disfruta de tu complacencia, comparte todo lo que quieras y haz que tu granja sea la más grande del mundo; algún día conocerás a un(a) chic@ cuyo perfil diga que es solter@, y que acepte jugar a algo, se conozcan en el chat y las cosas se den naturalmente, hasta que se legalice el matrimonio por internet y puedan tener hijos a través del video chat. Entonces podrás preguntarte que hiciste de tu vida, y te acuerdes por un segundo de que tienes la oportunidad de vivir plenamente.
Bueno, cuando critico no mido la cantidad que escribo. Es todo por hoy, espero que les sirva de algo mi opinión, sino, ya saben donde pueden ponérsela (en la sección de comentarios...). Me despido, esperando que puedan hacer espacio en el estomago para la fiesta de fin de año, que pocas veces tiene que pedirle a la de nochebuena...
Saludos, y hasta la próxima.
PD: Suelo usar el Facebook solamente para ver fotografías de salidas con amigos y familia... por si alguien se preguntaba el uso que le daba.
PD2: No me importa si te importa.
PD3: ¡Agrégame en Facebook! (Un poco de sarcasmo no le hace mal a nadie... aunque hoy la dosis fue algo alta).

Nostalgia Cap. 10

¡Feliz navidad! Espero que no haya habido algún ingenuo que pensara que yo iba a subir el capítulo de ayer en plena nochebuena, critico las fiestas pero sí las celebro, afortunadamente. Con la confianza en que tuvieron un buen momento en compañía de sus amistades y/o familias, les traigo aquí, ahora sí, el décimo capítulo de Nostalgia, ya nos estamos aproximando al final...
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X: Caer De La Cortina
—¿Te vas tan rápido? —se escuchó una voz entre los silbidos de los juncos, que lo hicieron darse nuevamente la vuelta, ésta vez con una enorme sonrisa. Su suerte no pudo haber sido mejor.
Gaia lo miró con indiferencia, ocultando siglos de desprecio. Él, en cambio, no miraba más que a una alimaña que debía ser erradicada a todo costo. El viento los envolvió, incitándolos a romper la barrera del silencio, a destruir de una vez por todas las murallas que las razas construyeron para protegerse y no enfrentar la realidad.
—Señor, ¿Qué hace aquí? —dijo Vientus, luchando por incorporarse.
—He venido a ayudarte, pude verte en apuros, y no iba a permitir que te mataran —le respondió Destiny con calma, poniéndose frente a él, en actitud protectora.
—No soy de tu misma calaña, Destiny… pero contigo tendré que hacer una excepción —Gaia estaba siendo dominado por la furia, pero pugnaba por contenerla.
Las palabras salían sobrando para este par de viejos conocidos. En eras pasadas disputaron el destino de la tierra en una prolongada batalla, ganada por el bando más santo a base de engaños y bajos instintos. Destruyendo a los otros, los expulsaron del edén que les fue dado a compartir, solo para terminar fuera ellos mismos de él. Esa era, a resumidas cuentas, la trágica historia de los mesopotámicos, que todavía guardaban rencor a los ya vencidos.
—Los años no te han hecho mucho, pagano, veo que tu prisión te supo guardar bien— dijo Destiny en tono despectivo.
—Y veo que a ti terminó por vencerte el tiempo, eres una piltrafa de lo que solías presumir… mejor no intentes nada —se burló Gaia, mientras le daba la espalda.
—¡No voy a permitir que te vayas! He dedicado mi vida a terminar con porquerías como tú y no vas a ser la excepción, ¡Ven y enfréntame! —el anciano estaba decidido.
—Señor, no lo haga… —gimió Vientus con pausada debilidad.
—Correcto, no lo hagas, vas a terminar lastimado… tal vez muerto —a pesar de todo, a Gaia le causaba lastima enfrentarse a los vestigios tan gastados de su enemigo. Simplemente deseaba causarle temor, un bien fundado temor.
—¡Cállate y enfréntame! —fue la orden que dio Lord Destiny, antes de sentir un profundo escalofrío. Había tomado la decisión incorrecta.
Gaia lo miró fijamente, con esos enormes ojos verdes que brillaban entre las penumbras de su túnica, estaba dispuesto a terminar lo que la traición no le permitió. Pidió a la madre tierra que le diera la fuerza para acabar con su enemigo, mientras se arrodillaba y acariciaba el pasto, que parecía estremecerse con su tacto. Ya bendito por su señora, se puso de pie, y sentenció por última vez —¿Estás seguro? —su contendiente no le respondió, era el sí definitivo.
Sobra decir que, en un par de segundos, el viejo yacía postrado al lado de su discípulo, incrédulo ante la jovial fuerza del pagano, al que los años no le habían mermado lo mínimo la energía, al contrario, se veía más radiante y vigoroso que nunca.
—Estás en mi entorno, viejo, jamás podrás amenazar a un pagano a campo abierto. Nuestra madre nos protege de todo daño, y se ensaña con quien viene a dañarnos.
—¡Esto no es posible! Te vencí en aquellos días, yo fui el que te aprisionó en la espada… —entrecortadamente dijo el anciano, escupiendo la tierra que tragó al caer, clamando un pasado en que fue un digno oponente.
—¡En mi propia espada! ¡Cómo olvidarlo! En los siglos que pasé preso, no he dejado de pensar en lo inmundos que fueron. Traicionar la alianza que forjamos justo tras vencer a los demás para ser los únicos dueños del planeta. Afortunadamente, ni sus dioses los apoyaron para permanecer aquí, entregando el planeta a los humanos… —dos podían hacer uso del pasado para dañar al oponente.
—Sí, fuimos relegados al Reino Radical por nuestro propio error, más hemos salido adelante, no desaparecimos en las eras oscuras sin dejar rastro.
—¡Claro! ¡Perseguidos por las masas! ¡Cazados como ratas! Jamás llegarás a comprender cuanto te odio, Destiny. No destrozaste mi vida pero aniquilaste a mi raza, y es algo de lo que no saldrás impune —la rabia que sentía Gaia podía sentirse, a través del turbio aire que emanaba su misteriosa presencia.
El máximo dirigente del Reino Radical se puso de pie, no sin algunas complicaciones. A su lado, su ayudante desafiaba al pagano con la mirada. La humillación por la que pasaban era tal, que no veían la manera de salir ahí con un dejo de dignidad, si fueran a hacerlo con vida.
—Si vas a matarnos, hazlo de una vez —dijo Vientus con completa calma, decidido a morir con la frente en alto.
—No es su día, no hoy. Muchas cosas están por ocurrir, y tendrán su parte en el drama —dijo Gaia, enigmático, lejano del odio recién sentido –. He cometido un pequeño error apropósito, muy pronto lo averiguarán…
Sin agregar nada, se marchó por fin, con un fuerte viento como cortina. El par que quedó en el lugar se miraba con confusión, tratando de indagar en el significado de sus últimas palabras. Inmediatamente lo relacionaron con Falcon, y su extraña visita.
—Algo tienen en mente ellos dos, debemos actuar rápido —dijo Vientus con temor.
—Estamos en su turno, joven. Una vez concluida su jugada, proseguiremos a hacer la nuestra. No perdamos de vista sus movimientos, dictarán nuestro paso.
—Hay mucho en juego en este partido, mi señor, no debemos confiarnos.
—Te preocupas demasiado, mi joven pupilo —Destiny era nervioso, pero ante Vientus actuaba con suma naturalidad y calma –. Volvamos a la Pirámide, tendremos que hacer uso del espejo.
Ambos se negaron a acudir a revisarse, considerando sus heridas superficiales. Ninguno hablaba, pero la tensión en sus pensamientos era incontenible. La incertidumbre, la fatalidad, eran prácticamente sólidos.
—Señor, ¿Qué es ciertamente lo que esperamos? —No resistió Vientus.
—Que la cortina caiga, y dé comienzo el verdadero espectáculo. Hasta no saber cuál es el juego, no vamos a prepararnos.
No respondió más. Admiraba demasiado a su maestro y ya en varias ocasiones le había demostrado ser prácticamente un adivino en materia de guerras. Lo miró con respeto, con la esperanza de llegar a ser algún día como él, solemne hasta en la derrota y con la determinación de enfrentarse a sus enemigos, aún en la más austera situación.
Dentro de su mente, apartado de las preocupaciones por lo que estaba por desatarse, cada vez más lejos de los preparativos del carnaval de la nueva era, se encontraba ese profundo deseo de recuperar el pasado, y volver a ser él mismo.
Egoístamente, anhelaba ver el caer de la cortina, y ser parte del espectáculo.

La magia de la navidad

—Mira hijo, el Santa Claus te trajo el nuevo super héroe con 527 funciones.
—¡Pero papá! ¡Yo quería el que tenía 528 funciones y media! ¡Este no me gusta!
(Léase seguido de una pataleta tremenda, un niño frustrado y un padre al borde de las lágrimas, conmovido entre la decepción y el coraje).
A pesar de que había prometido no volver a meterme con la santificación de estas próximas fiestas, veo que no puedo, sencillamente es mi manera de ser: ver las cosas desde un punto más subjetivo y menos engarrotado por los medios que mueven a las masas (o esa es mi manera de ver las cosas, da lo mismo). Hoy no quiero enojarme con los que se pasan con la comida, ya lo hice anteriormente lo suficiente. En esta ocasión dedicaré la entrada a una situación que, en lo personal, es el motivo que evoca en mí una profunda tristeza, y un deseo de que, por una parte, quienquiera que haya inventado que el nacimiento de Jesucristo se celebraría como un festín y una feria de consumo, jamás hubiera nacido. Tengo pensado, y sin más preámbulos, hablar de la otra cara de la navidad, la que esta lejos de las lucecitas brillantes de colores y los cientos de regalos sobre caros arbolitos que no simbolizan nada (quien me diga que es el espíritu de la navidad es más ingenuo de lo que piensa). Supongo que algunos se preguntarán: ¿Y qué cara es esa? ¡Ah! Es que no todos hemos nacido en un hogar donde los obsequios abundan y la familia se reúne en torno a la medianoche para destaparlos, felices y unidos más que el año anterior (Qué tierno comercial, ¿No?). ¡No, niño rico! hay hogares donde las cosas son muy diferentes...
Debo aclarar que ese no es mi caso, todavía no ha llegado el día en que me dedique a jugar al Gary Stu, pero es una situación que no puede pasarme por alto, no me pregunten una razón concisa. Pero, sobretodo en nuestro país, hay hogares en los que la noche buena no es sino otra de tantas noches, en las que se cena si se hay comida en la alacena, o el hogar se calienta si hubo presupuesto para hacerlo, ¡Y qué pensar de los regalos! Hay niños que sueñan con ese juguete que una centena rechazó en la tienda, que terminara sucio y roto en un escaparate de remate, pero nunca por sus manos. Es una cara triste y fatalista, que ya sé que todos conocemos y que a veces intentamos cambiar, ya sea donando un juguete usado o nuevo en algún centro de acopio, dando alimentos de la canasta básica o "el cambio" de las compras al niño tembloroso que extiende su mano en las calles, pero eso es lo que hacemos todo el tiempo, nada más para controlar la consciencia, pues llegando a la casa queremos que el mundo entero sea nuestro, y no nos conformamos con lo que tenemos, alimentando un hambre vana de objetos inútiles que consideramos vitales. ¿Cómo que el vecino tiene un estéreo mejor que el mío? ¿Ya viste el automóvil que tiene tal o cual persona? ¡Pero si nuestra cena tiene que ser la mejor del mundo! Siendo personas supuestamente racionales, que obtenemos el dinero con el sudor de nuestra frente, enloquecemos ante lo que nos bombardea en la época, y caemos en un principio básico de los animales: el acaparamiento. ¿Por qué? ¿Para qué? Sinceramente no me lo explico, nada más vean a un perro al momento en que recibe el alimento: ¿Le daría a un cachorrito desconocido de su plato lleno? Ni pensarlo. Así nacemos.
Pero eso no es lo más triste. Los pequeños nacidos en un ambiente que consideran normal, en el que el frío no pega y el alimento aparece como por arte de magia en la cocina, crecen con una idea aferrada de consumismo que no son capaces de controlar de adultos. Más de una vez en estos días me he encontrado con el paisaje que plantee al inicio. Los padres parecen esclavos de los pequeños caprichosos, que anhelan ese juguete que todos tienen, o en su defecto, el que sea mejor que el de sus compañeritos de escuela. Son simplemente el fruto de lo que ven a su alrededor, y seguramente no solamente eso, sino que se esfuerzan en remarcar la superioridad basada en objetos, humillando a aquellos que no tengan el objeto de moda, ya sea por anticuados, o nada más por pobres. Posiblemente sin pensarlo (¡Cuándo!), pero estamos alimentando un monstruo que después no podremos controlar. Ese pequeño con el juguete actual de cada año se convertirá en algo incontrolable, sin un mínimo sentido de humanidad.
No digo que no compren lo que quieren, tampoco que donen todo su dinero a la caridad y sigan el camino del bien con el mínimo necesario (¡Cómo si fuéramos a hacerlo! Me incluyo en la negativa). Como en todo, hay un control sobre las cosas, un autocontrol, que no solamente nos detenga al momento de despilfarrar el aguinaldo en una tontería, sino que ayude a crear en los que influenciamos una cultura de compartir (lo digo por los que tienen la dicha de ser padres/hermanos/amigos/etcétera). Te aseguro que será mucho más reconfortante la sonrisa de un niño al recibir su primer y único regalo de la temporada (algo mucho más sencillo de lo que tú nunca quisiste), que el comprar ese algo multiusos sin el que tú seguramente piensas que no podrás vivir, y del que ya tienes los tres últimos modelos arrumbados en el closet.
Debo admitir que esta navidad he andado algo deprimido, no podría adjudicarlo a una situación en especial. Siento que muchas cosas que antes eran lindas se están yendo al caño, y que no importa nada en el mundo más que lo superficial, lo que unos quieren se convierte en una ley que siguen las masas ciegamente. Es algo que tiene tiempo, pero que en navidad se nota en extremo, a la luz de los arbolitos con los que tanto nos ilusionamos de pequeños, que nos hacían desear con ahínco que llegara la medianoche del 24 de Diciembre, para pensar que un viejo gordo entraría furtivamente por nuestro hogar (no todos tenemos una chimenea) y nos dejaría el regalo por el que nos portamos bien los últimos quince días del mes, porque decir que todo el año sería una mentira. Nos convertimos en una sociedad presa del consumismo, nada pudimos hacer para evitarlo, pero sí mucho para revertirlo. Eso me lleva a preguntar: ¿Alguna vez has sentido el maravilloso placer de regalar algo de corazón? Esa emoción al ver a alguien destapando el regalo que preparamos con tanto esmero, y la cara triunfal cuando sonríe y te da un gran abrazo. Pienso que no existe mejor regalo que ese, y que deberíamos, mínimo una vez por año, intentarlo con esa persona que menos lo espere de ti. No te tragues el cuento que te venden las empresas (eso de su supuesta "magia de la navidad"), crea tu propio concepto de ella. Experiméntala y disfrútala. Confía en mí, jamás lo olvidarás.
Espero que disfruten estas fiestas de verdad, fuera de lo superficial, que sientan en sus corazones la razón por la que un día Jesucristo decidió descender de los cielos y compartir sus enseñanzas con nosotros. Más que una rica cena y que les traigan lo que quieren, les deseó paz y felicidad, las únicas dos cosas a las que no se les puede poner un precio. Cuídense, y descubran su propia magia de la navidad.
PD: Lunaeclarum, por una sociedad fuera del consumismo.

Hablando de justicia...

¡Por fin vacaciones! ¿Cómo se la están pasando? Espero que muy bien. Por mi parte, me encuentro dando vueltas por todas partes, buscando y encontrando toda clase de regalos para la familia, siendo que sigo pensando tal y como una de las entradas pasadas (para más información, visitar “En Vísperas”). Pero bueno, no se le puede huir a la “magia de la navidad”, así que dejémonos envolver por el momento y disfrutemos de lo que se nos presenta, ya tendremos cuentas pendientes con la báscula y la cartera el mes que viene, ¿Pero qué más da? La vida es corta y dinero nunca va a haber de todas formas (aparte, de todas formas tenemos que comer).
Pero ya no pienso atacar por lo pronto a las festividades acostumbradas, por lo menos no hoy. En esta ocasión tengo planeado hablar de un tema mucho más delicado, algo que me ha llenado de indignación e impotencia, y que no puedo evitar callar (aunque la prudencia me diga lo contrario, ¡Nadie puede controlarme en mi blog!). Se trata de un caso muy sonado en el país, y del que, como buen mexicano, orgulloso de sus raíces y gobierno (¡Ajá!), me siento parte y, por lo tanto, víctima otra vez de lo que tanto nos vanagloriamos en los medios de comunicación: ese mal chiste llamado libertad.
Pero ya le he dado muchas vueltas al asunto. Hoy, en Lunaeclarum, hablaremos del caso de Rubí, como se le ha nombrado a lo largo de México en diversos medios de comunicación, y que no es sino otro de los muchos actos de completa impunidad que se dan en este lugar del que tanto nos enorgullecemos, pero que al momento de demostrarlo con actos, nos convertimos en un montón de ratas rastreras buscando un par de centavos (¿Se nota el coraje con el que escribo?). Describiendo a grandes rasgos el caso, he de contar que esta muchachita llamada Rubí era una chica que radicaba en Cd. Juárez, Chihuahua (Sí, la orgullosamente ciudad no en guerra más violenta del mundo), de escasos dieciséis años. Pues resulta que a la chava se le ocurrió andar con un jovencito medio junior cuyo nombre no me digné a aprender, mucho mayor que ella, que un trágico día decidió secuestrar a su noviecita y, sin motivo aparente alguno, acabar con su vida y enterrar el cuerpo (no encuentro una razón lógica para semejante acto de salvajismo). Por un tiempo nadie supo del caso, quedando como una simple situación de desaparición, hasta que interrogaron al chavo y éste, luego del interrogatorio, admitió haber asesinado a Rubí, e incluso llevó a la policía al lugar donde la había sepultado, lugar donde, efectivamente, encontraron un cuerpo en descomposición. Hasta aquí todo pinta como un evento justiciero implacable, digno de una novela policiaca gringa… hasta que el gobierno mexicano tuvo que meter su cucharota a lo imbécil. Como ya lo había mencionado, este joven asesino era hijo de cuna adinerada, por lo que no es nada misteriosa la decisión del jurado que llevó a cabo el juicio en su contra hace dos años: liberarlo completamente, siendo que ya había confesado ser el asesino y dar el cuerpo de la niña, bajo un pretexto tan estúpido que solamente ellos creyeron convincente. El caso es que nuestro venerable gobierno puso en libertad a semejante pelele asesino, dejando una familia destrozada y la soberanía del país como papel de baño de esas familias que nos controlan… otra vez.
Pero ese es sólo el inicio de la historia. Luego de su liberación, la madre de Rubí emprendió una campaña de protestas contra los que liberaron al asesino de su hija, y volcando todo el esfuerzo de su vida a ello, consiguió que un nuevo jurado volviera a juzgar a este tipo, ¡Pero resulta que ahora no lo encontraron! ¿Pues quienes pensaban que era? Ya lo habían tenido en sus manos y lo dejaron ir un trío de peleles, no lo iban a encontrar así de fácil. El caso es que hicieron un juicio sin acusado, dándole un montón de años de cárcel a un desaparecido. Esto fue el año pasado, y no dejó conforme a la mamá de Rubí, que siguió con sus protestas, alegando ahora que el chavo era familiar de alguien del gobierno de Chihuahua.
Lo peor del caso vino el pasado jueves por la noche, cuando, durante una de sus tantas quejas en la plaza principal de la capital de Chihuahua, la señora fue vilmente asesinada por un sujeto que, por cierto y según testigos, guarda un enorme parecido con el asesino de su hija, en pleno centro de la ciudad, frente al palacio de gobierno, sin que nadie moviera un dedo. Es algo completamente ilógico, pero fue solamente uno de dos actos que ocurrieron sobre esta pobre familia, de la que ya no queda nada. El sábado, y en otro acto de impunidad total, el negocio del padre de Rubí fue incendiado por alguien, ¿Creen ustedes que haya sido una casualidad? Yo no me trago ese cuento.
Estoy verdaderamente decepcionado, más si cabe, con lo que hemos hecho a este lugar del que tanto nos regodeamos. Cualquier persona con un mínimo de dinero puede disponer de los que menos tiene, jugando con sus vidas como si éstas no valieran lo que la suya… pensándolo bien, las de estos cerdos vale menos, pues un poco de dinero no cambia lo que son en realidad, pero bien dicen, un imbécil no sale en realidad hasta que tiene dinero. Sigo sin entender porque, cada 3 o 6 años, entregamos en bandeja de plata las llaves de nuestras tierras a personas de esta calaña, que dejan que los asesinos anden sueltos, o peor aun, que sean parte de su familia y los sostengan, vengándose de las pobres personas que buscan solamente justicia, ¿Dónde queda la empatía?, ¿Dónde el deber que tienen con el país?, ¿Dónde su sentido común?
Nos siguen vendiendo porquería como oro, y seguimos comprándola bajo lindos anuncios, ¿Pero hasta cuando? Tenemos que comenzar a pensar como personas y no como ganado, decidiendo por nosotros mismos un mejor futuro en común, lejos de esta clase de tonterías, no fomentando una violencia que crece por sí misma, ya sea fuera de la música que vanagloria actos vandálicos, los programas televisivos que nos venden como linda una realidad asquerosa o a esa marioneta que tenemos como presidente, que solamente sabe subir impuestos, pero no hacer algo con actos como este (¿Para qué? No dudo que sea hasta su ahijado).
Me niego a seguir aceptando esta realidad, y sé que no soy el único, pero, mientras nos sigamos escondiendo bajo las faldas de “papá gobierno”, estaremos a la expectativa de perder un ser querido en manos de un chango con dinero y ganas de hacer “algo diferente”. Descansen en paz, Rubí y su mamá... espero que en donde estén encuentren un consuelo y descanso verdadero, de todo corazón.
Sin más por hoy, me despido, esperando mover la consciencia de una sola persona… con eso me doy por bien servido.

Nostalgia Cap. 9

IX: Ojos Petrificados
La vara surcó un cálido cielo, seguida por el imponente can. Unos metros detrás de éste, dos jóvenes charlaban durante el camino. Uno, el orgulloso dueño del perro, no le perdía la vista de encima pero tampoco el rumbo de la conversación. El otro se limitaba a charlar, caminando por el borde de la calle.
Los años los habían cambiado un tanto, pero en esencia continuaban siendo el mismo par de personas, fácilmente reconocibles por toda la generación escolar. Un poco más viejos, pero no por ello maduros, eran Paul y Wingen.
—Debimos haber hecho esto desde hace tanto… —dijo Paul, mientras recibía la vara de su perro, para volverla a lanzar.
—Claro. Lástima que no encontramos a Falcon y Riddick —Wingen, como solía serlo, siempre deseaba el grupo unido.
—Pues sí, pero ya cada uno está con sus propios problemas… —el tono de Paul quería decir que él tenía los suyos. Rara vez decía algo por los demás.
—Lo bueno es que nosotros nos dimos el tiempo de hacerlo.
Caminaban por el viejo camino hacia la escuela, con el pretexto de sacar a pasear a Sparky, la indócil mascota de Paul. Era lo único incompatible en su vida, ya que todo era de marca, calidad o precio elevado, excepto él. Lo encontraron cuando era un cachorro, hacía ya muchos ayeres, y el pequeño Paul se encariñó tanto con él, que sus padres no pudieron hacer nada para separarlos. Tal vez era la única prueba de que el rubio no sólo pensaba en sí mismo.
El camino fue corto, comparado con todo lo que charlaron. Era difícil poner al día sus vidas, cuando el tiempo fue tanto y las vivencias también. Cada uno continuaba sus estudios en escuelas separadas. Wingen, en la Universidad local. Paul, en la de la vecina ciudad de Orefarr. Los amigos eran otros, los días diferentes, pero de alguna forma ellos eran los mismos.
Sparky no duró mucho en cansarse debido a los años que ya se le venían encima. Tomaron asiento en un parque que encontraron de paso, aquel que solían ver a diario en su camino de vuelta al hogar luego del colegio. Fue entonces cuando los tocó la nostalgia y los invadieron los relatos del pasado, los mismos que eran la dulce pesadilla de Falcon.
—Fueron bellos momentos —suspiró Wingen.
—Pero no podemos quedarnos suspendidos en ellos, la vida nos depara muchas cosas todavía.
—Eso sí, hay que aprender a valorar el pasado, pero vivir en el presente. Aunque no se compare, podemos hacerlo pasable.
—Claro, eso dices tú porque tu buena época fue esa. Pero yo, que por fin soy el galán que debí haber sido desde un inicio, no tengo queja alguna —fue un desplante enorme de orgullo, tan típico de Paul.
—Eso ameritaría una apuesta… —Wingen volvía a caer en las palabras de Paul, y de su propio orgullo.
Casualmente, vieron pasar un par de jovencitas. No eran extremadamente bellas, pero ambos se vieron a los ojos: la apuesta estaba declarada. Con paso decidido, se fueron acercando a sus próximas víctimas. Como en aquellos días, el dúo dinámico entró en operaciones.
Paul dio inicio al ataque, posando su brazo sobre el hombro de la más pequeña de las chicas. Ella volteó grácilmente, y cual no fue su sorpresa al reconocerse mutuamente. El grito que se escuchó, fue una combinación del de ambos, aunque por diferentes motivos.
— ¡Shadow! —gritó Paul asustado, al reconocer a aquella joven ridícula y exagerada.
— ¡Paul! ¡Que linda sorpresa! —dijo ella, sumamente contenta por la jugada del destino.
Wingen trató de no ponerles atención, al acecho de la amiga de Shadow, una jovencita de ojos grandes y talle delgado. En un descuido de su viejo contrincante de amores, se la llevó a charlar al parque.
Paul, que no veía la manera de escaparse de la embarazosa situación, trataba de encontrar un tema de conversación que no lo comprometiera, fingiendo la decepción y el enojo de ser vencido por Wingen otra vez.
— ¿Y qué has hecho en todo este tiempo? —preguntó indiferente.
—Estudiando en el extranjero, el instituto de Azirema ha sido un lugar maravilloso para mis estudios de estética ¿Y tú? —era lógico, una persona tan superficial no podía estudiar otra cosa.
—Vagar por ahí, encontrando lo que en realidad quiero hacer… todavía no sé qué hacer de mi vida —ni él supo porque fue sincero con ella, posiblemente derecho de antigüedad.
— ¿Y qué cuentan tus amigos? Digo, Wingen aquí está, ¿Pero Falcon y Riddick?
—No hemos sabido mucho de ellos, de hecho Wingen y yo nos juntamos hoy apenas, teníamos meses sin vernos. Del único que sé decirte es de Vivas…
—Sí, supe lo que le ocurrió… —dijo Shadow con tono triste,
—Nadie pensaba que fuera a morir tan joven… aunque llevara una vida de excesos —Paul recordó el funeral, lo duro de ver al primer amigo que muere y el reflejo de sí mismo: el clásico “pude ser él”.
—Pues sí. Por mi parte, yo sé decirte que: Lizzie está estudiando en Runnay, Araly vive allá también y Angel estaba estudiando aquí, pero me dijeron que se salió.
—Posiblemente se haya casado… —dijo entre dientes el rubio.
— ¿Dijiste algo?
—Nada, sólo que siempre fue una impredecible. Te aseguro que ya no tienen idea de donde está.
—Eso sí, pero ya la conocías…
La charla continuó con preguntas triviales sobre lo hecho y lo habido. Wingen rondaba cerca, presumiendo su victoria con cada vuelta que daba al parque. A Paul dejó de preocuparle, sumido en una interesante charla con una vieja conocida, que por ese día, se estaba comportando como una verdadera amiga.
El atardecer le indicó a Shadow que debían marcharse. Se despidieron de ambos jóvenes, no sin dar a Wingen el número de su recién anexada conquista. Ya solos, los dos amigos bromeaban sobre lo ocurrido en un ambiente de antaño, con el regalo de volver a ser aquellos jóvenes.
—Hemos cambiado la vida que teníamos, pero tienes que admitir que esa fue la mejor época que pudiste haber vivido —remató Wingen lo que habían dejado pendiente.
—Lo acepto, no sería tan irresistible si en ese tiempo no me hubieran rechazado tanto.
—Nunca vamos a cambiar ¿O sí?
—No, aunque no por eso somos estatuas.
—Yo creo que más bien camaleones, nos adaptamos a donde estamos.
Su estilo de vida era diferente, pero no por ello menos significativo. Sus ojos miraban un presente, esperanzador o desolado, pero con la decisión de enfrentarlo con valor. No eran como Falcon, cuyos ojos petrificados le impedían ver más allá de lo ya visto.

Nostalgia Cap. 8

Pues, como ya había dicho previamente, hoy estarán disponibles dos capítulos de Nostalgia, esto debido a los sucesos explicados en la entrada del miércoles. Este es el primero de ellos, que, como siempre, espero que sea de su agrado y que encuentren en la historia un momento agradable, o algo que criticar, ya saben que no soy sensible a los comentarios destructivos.
Sin más, dejo con ustedes la octava parte de la historia, y la novena en la siguiente entrada, que dicho sea de paso, no comentaré nada en ella...
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VIII: Viento Sin Vida
Feliz todavía, recorría por primera vez en años la tierra. Corría por los vastos campos de eterno verdor, mirando las nubes sobre él, y sonriéndole a cada árbol. Era su antiguo hogar, y quería hacer de cada momento una eternidad.
Para su pesar, no iba a durar mucho, limitadamente hasta que cumpliera la misión. Pensaba en no cumplirla, también en todo lo que podría hacer mientras tanto, pero sus instintos lo obligaban a seguir. Afortunadamente, el paisaje de su recorrido le alegraba mucho el trabajo.
Desde los días de la guerra, Vientus no había pisado el planeta, y nadie podía imaginarse los sentimientos que albergaba. Después de todo, él fue parte del mismo, pero era un tema del que tenía prohibido hablar.
Fuertes ventiscas le acariciaban el rostro, jugando con su largo cabello, casi tan largo como el camino, pero era un placer. O lo fue, hasta que se topó con un desconocido. Sus ropajes extranjeros lo delataban, cubiertos por una túnica de viaje abierta, y el detalle en su rostro lo hacía todavía de mayor peligro.
—¿Quién demonios eres? ¿Y qué haces aquí? —dijo Vientus, desafiante. Podía ser éste el motivo de preocupación de Destiny.
El desconocido lo miró a través del antifaz que portaba, tan fuerte que pudo sentirlo.
—Soy solo un turista, y como tú, disfruto del paisaje, nada más— le respondió, despreocupado. Podía leer el nerviosismo en los movimientos de Vientus.
—¿¡Dónde está Falcon!? ¿¡Qué has hecho con él!? —con Destiny debía fingir, pero con los demás era un desesperado. —¿Yo? No le he hecho nada, de hecho él me hizo algo a mí, pero no importa. Tal vez el sujeto encapuchado con el que está hablando en este momento lo secuestre…— el enmascarado disfrutaba con el nerviosismo de su interlocutor.
—¡Debo darme prisa! —fue lo último que dijo Vientus, antes de dejar ahí al desconocido. Con una sonrisa se quedó mirándolo, antes de continuar su camino.
—Ah… esos sujetos nunca cambian…
Cerca del lugar, Vientus divisó a Falcon a lo lejos. Efectivamente, hablaba con un encapuchado, ambos sentados en la tierra. Se ocultó detrás de un grueso árbol, para analizar la situación y encontrar el momento de su interrupción. Estaban uno frente al otro. Falcon mirándolo con indiferencia, contándole sobre su vida. El otro lo escuchaba con paciencia, en posición de flor de loto.
Infortunadamente, el plan cambió al descubrir la identidad del encapuchado.
—¡Es Gaia!... —se esforzó por no gritar de la impresión. Los paganos, la tercera raza en discordia (humanos y mesopotámicos eran las dos primeras) encontraba su líder en él, el más antiguo ellos. Su poder era equiparable al de Lord Destiny, lo que llenaba a Vientus de miedo.
En los días de la creación, hubo una guerra entre las razas de la tierra, y Gaia se creía muerto desde entonces. Ni los años lo habían aniquilado, pues se veía sumamente joven y radiante. Era una carta digna de tomarse en cuenta. Antes de salir huyendo a contarle a Destiny, decidió quedarse a escuchar.
—Has escuchado mis razones, ahora quiero saber si vas a ayudarme —Falcon se notaba extraño, no era el que Vientus recordaba de años.
—No entiendo cómo me recordaste, pero me alegraba tu visita. Ahora no sé si estaba en lo correcto —la voz del pagano, casi etérea, denotaba una profunda tristeza.
—Alguien me ayudó a que lo hiciera… ¿Cómo sabes de mi amnesia?
—No puedo hablar al respecto —su hermetismo alivió a Vientus. Dentro de las instrucciones que le fueron dadas, estaba nunca revelar a Falcon ese detalle, y Gaia lo respetó.
—¡Nadie puede hablarme de ello! ¡Es por eso que quiero tu ayuda! —los cambios repentinos de Falcon eran cada vez más frecuentes y enfocados al enojo.
—Nada me impide hacerlo, pero todavía no sé qué garantía me das de que harás lo que me has prometido.
—Tendrás mi palabra, y si me conoces, sabes que jamás he faltado a ella —de nuevo estaba tranquilo, repentinamente.
—Por eso lo temo —el pagano sabía más de lo que Vientus pensaba, ¿Cómo lo conocería?
— ¡Tú no sabes lo que es despertar sólo! Con dudas sobre ti mismo y sin la capacidad de resolverlas. No sientes que el mundo se cierra a tu alrededor, ¡y te niega la oportunidad de tener una vida normal! —de nuevo la fase maniaca.
—… voy a hacerlo. Las consecuencias serán todas tuyas…
Levantando una mano, Gaia oró en silencio. Sus palabras comenzaron a tomar un efecto demoledor en el viento, que se tornó violento en demasía, moviéndolo todo con una brusca fuerza. El cielo comenzó a mover las nubes, que se centraron alrededor del par que estaba sobre el pasto. Un relámpago descendió, y su destello terminó con el extraño espectáculo.
—El sello está roto, lo demás es tarea tuya —concluyó Gaia, que miró a Falcon, deprimido, y le tocó la cabeza con la mano derecha. Él se la quitó, poniéndose de pie para darle las gracias con un ademán, y marcharse con prisa. Las dudas fueron tan fuertes, que Vientus se tragó el miedo que sentía, y se atrevió a encarar a Gaia, el ser más temido por los mesopotámicos.
—¿¡Qué es lo que ha hecho!?
—Esa no es manera de comenzar una conversación —le dijo Gaia, mientras se ponía de pie. Al ver los finos ropajes de Vientus, se esforzó por ocultar su furor. Bien sabía de dónde era su procedencia.
—Mi nombre es Vientus, y soy el vice líder del Reino Radical. Vengo en una misión especial y usted la ha entorpecido. Exijo saber qué es lo que ha hecho.
—Creo que ya sabes quién soy yo, y también que no voy a cooperar con los asesinos de mi raza. No he vuelto para postrarme ante ustedes, así que pierdes tu tiempo.
—¡No tiene opción! De otra manera, tendré que llevarlo a la fuerza ante el Consejo del Reino, y no será muy piadoso con usted —sus nervios se estaban convirtiendo en euforia, ¡estaba por enfrentarse al más fuerte de los paganos!
—Inténtalo, traidor, y conocerás el poder de tu propio pasado… —esas palabras le calaron, porque posiblemente nadie más, excepto Destiny, lo supiera, aunque fuera eso en realidad Vientus: un traidor a su antigua causa.
—¡¿Cómo lo supiste?!
—Tu amigo, el viento, me lo dijo. No te preocupes, nadie más lo sabe, pero el peso de tu culpa debería de ser suficiente para provocar tu suicidio.
—¡No permitiré que lo repitas! —gritó antes de estallar en ira, y cometer uno de sus más grandes errores.
Un par de segundos, y estaba en el suelo, sangrando de infinidad de partes a la vez, a los pies de Gaia. El pagano lo miraba con desprecio, esperando su reacción. Él, luchaba por recordar cómo ocurrió, y encontrar las fuerzas para ponerse de pie.
—No volverá a hacerte caso, has abandonado al viento, y él te ha abandonado a ti. No todos los amigos resisten una traición —le dijo para fulminarlo.
—… ¿Por qué?... —luchó por decir Vientus, pero no se entendió claramente.
—Murió en vida, vagando en busca de quien renegó de él. Perdió la fe y la encontró a la vez, conmigo. La fuerza perdida volvió al dominio de los paganos.
Las palabras de Gaia trajeron recuerdos de una disputa ancestral, en la que el viento dejó de ser un elemento para convertirse en sinónimo de libertad, de autonomía. O eso fue hasta el error de Vientus.
—No voy a permitir que esto siga así… —dijo con las pocas fuerzas que su cuerpo conservaba.
—¿Y qué puedes hacer? No eres más que el recuerdo de tus antepasados, la vergüenza de la estirpe que tan orgullosa se alzó contra mí y mi raza. Eso es lo agradable del tiempo: tarde o temprano posa a todos en el sitio que se merecen.
Una suave brisa apoyó las palabras del encapuchado, que comenzó a caminar en dirección contraria al deshecho Vientus, cuyo orgullo yacía a su lado, postrado ante el último vestigio de la raza muerta, preguntándose el porqué de tantos errores consecutivos, implorando la oportunidad de cambiarlos.
Gaia lo sabía, e hizo gala de ello con su discurso. Desde que fue dado por muerto, no pensó en otra palabra que no fuera venganza. Su oportunidad de recuperar la tierra que le perteneció, de darle el honor y gloria que se merecía la madre verde, de enseñar a las demás razas a vivir en armonía con los regalos de la creación, había llegado. No en vano su plan había trazado, usando como piezas, aquellas de otros juegos.
—Una eternidad es un instante, cuando la has dejado atrás —pensó. No era rencoroso, simplemente era una situación que debía cumplirse, por aquellos que una vez fueron parte de su nación.
El viento muerto le acariciaba, dispuesto a darle su oportunidad.

¡Está vivo!

Hola. Sé que algunos pudieron haber pensado que Lunaeclarum ya había pasado a mejor vida, más lamento informarles que, para bien o para mal, esto no es verdad, ya estoy de vuelta con otra de mis incoherencias para demostrar que todavía hay mucho que decir y tonterías que dar a conocer, unas conocidas, otras no tanto, pero con el toque justo de subjetividad que me he esforzado por defender.
Antes de entrar en materia, quiero poner en claro un par de puntos. El primero es un motivo personal de celebración: ¡Lunaeclarum ha alcanzado las mil visitas! A dos meses y medio de haber recomenzado (recordemos que el blog inició en Mayo, pero su desconsiderado creador lo dejó cinco meses flotando en el limbo) tenemos nuestro primer número de tres cifras en el contador de visitas. No sé si a la gente le gusta lo que encuentra al entrar, pero prometo que me esforzaré por hacer de este lugar algo interesante al que puedan volver gustosos, en el que encuentren puntos que discutir y otros que apoyar, en fin, un espacio para personas que tengan el pensar como uno de sus hobbies. Eso me lleva a preguntar algo: ¿Por qué teniendo mil visitas hay tan pocos comentarios? A excepción de cierta personita constante (Tú sabes quien eres, ¡Sí tú), el lugar ha brillado por su austeridad en cuanto a opiniones, así que, ¿Te gustó algún artículo? ¿Crees que puedes mejorar algo de lo aquí propuesto?, ¿Detestas mi forma de pensar y quieres conocer mi dirección para asesinarme lenta y dolorosamente? ¡Ahí está la sección de comentarios! Todo lo que pongas será tomado en cuenta, te lo prometo (dije tomado en cuenta, no obedecido, ¿Eh?).
El segundo punto, y que es la introducción al tema de hoy: defenderme de la acusación de dejar este lugar abandonado por siete días. Este pobre, tierno espacio del internet en el que expongo mucho de lo que nadie a mi alrededor quisiera escuchar, el sitio que deja grabado para la posteridad todo pensamiento incoherente que tengo, se vio perdido a la mitad de la nada, carente de información actual, gracias a esa parte temida de la vida escolar que a todo estudiante de niveles medio y superior les ataca dos veces por año: los proyectos finales. Resulta que tenía un par de proyectos desde inicios de semestre, con los cuales me serían calificadas dos importantes materias de especialidad; esto debido a la carencia de profesores capacitados para impartir tan importantes materias, así que optaron por pedirnos hacer desde cero un par de robots y un sistema de control sin tener muchos conocimientos en el campo (¿Captaron el sarcasmo? Nos pidieron hacer algo que nos debieron haber enseñado a hacer). Pues bien, siendo un estudiante promedio, y sin muchas pretensiones en aprender, no me molesto en un principio el no tener que asistir a dos clases y poderme concentrar en las demás... ok, no me iba a concentrar en ellas, sino que me iba a estresar menos. El tiempo pasó vertiginosamente, y heme a una semana de concluir las clases, trabajando como enfermo mental para terminar los dichosos proyectos, que dicho sea de paso, funcionaban un día y al otro no (bendita electrónica, un corto y todo se va al demonio). Ese es el motivo por el que tuve que abandonar el blog, para salvar mi pellejo de verse en la penosa necesidad de irse a curso de repetición... aunque todavía no recibo calificaciones... pero bueno, dejando de lado esta larguísima introducción, quiero entrar en el tema de hoy: la organización, vista con el hermoso ejemplo unas líneas atrás mencionado.
Una y mil veces maldije a la suerte que me hizo posponer esos proyectos hasta quedar a un paso del abismo. Una y mil veces pensé en que no volvería a hacerlo jamás. Una y mil veces dije que una y mil veces lo había dicho el semestre pasado... y ahí estaba otra vez, atorado hasta las trancas, enredado entre cables y circuitos, tratando de darle vida a un mugroso carrito hecho de quedes de juguetes y componentes de alto costo, que se quemaban con más facilidad que un bombón en una hoguera. Soy una persona que se jacta de hacer las cosas mejor bajo presión y de último segundo, pero sinceramente esta vez fue un caso extremo, ya que sentí que me explotaban las sienes durante durante cinco días, tuve una comida al día los últimos tres, y ayer a duras penas podía pronunciar mi nombre... pero al menos uno de los dos medio hizo lo que debía (seguir una pinchurrienta rayita... disculpen mi folklórico lenguaje, pero por esta vez lo amerita).
Esto se hubiera podido evitar si tuviera una pizca de eso que los seres intelectuales y con un ritmo de vida normal llaman organización, pero que al parecer para mí es tan ajena como si se tratara de un alimento extraterrestre. Si hubiera obedecido al pie de la letra el cronograma falso que incluí en la documentación hecha un día antes, bien pude haber invertido una hora al día o menos y los proyectos estarían relucientes y listos para entregar desde hace dos semanas. Si tuviera un equipo organizado con el que pudiera apoyarme, que me empujara cuando viera que me quedaba atrás en el camino, o que simplemente me recordara de vez en cuando, con vocecita de conciencia limpia y correcta "tienes un proyecto que entregar dentro de cinco meses", tal vez fuera más organizado y tuviera avances de verdad para entregarle al profesor. Si fuera de convicción férrea y objetivos fijos, con la mirada puesta en el objetivo de lograr un bien común, seguramente en este momento incluso estaría al tanto con el blog... pero las utopías no son lo mío, ya que, como sabiamente dictaminó un comercial de soda marca sprite hace ya algún tiempo: "el hubiera no existe".
La organización a mí es como el blanco al negro: constrastes. Si tan sólo pudieran ver mi espacio de trabajo (un escritorio en el que tengo revueltos mis cuadernos de narrativa, entre una y un montón de historias diferentes, con los de poesía y algunos de la escuela), es lo que algunos llaman, para no sentirse menospreciados, una especie de organización personal. Todos hemos escuchado el "así es como me hallo yo", luego de que nos quejamos de que tal persona tiene un infierno en su habitación y se niega a recoger al menos aquello que no pudo terminarse de comer hace un mes y parece que está por decir sus primeras palabras. Porque eso sí, hasta para la desorganización hay divisiones, si las pudiéramos llamar así. Tenemos mi triste caso (el problema para coordinar el tiempo), el desorden en la higiene, algunos que no pueden organizar prioridades (¿Qué es más importante: la final de fútbol o el funeral de un familiar?), los del "desorden organizado" y los que viven en la negación ("... pero no lo vuelvo a hacer"), por citar los ejemplos que me vienen a la mente.
El mundo sigue girando, mis sienes se recuperan de su extenuante rutina de ejercicios y yo vuelvo a sentir que el aire entra y sale por mis pulmones con facilidad, listo para disfrutar de las vacaciones decembrinas, ir a una que otra posada y aguardar por un semestre lleno de proyectos que dejar para el final... nos veremos dentro de seis meses, señor estrés, descanse y disfrute de este tiempo libre, tome un par de tragos a mi salud y se abriga, por el frío parece que va a estar algo crudo este invierno. Si se acuerda de su servidor durante alguna posada, hágase al propósito de visitarme un poco antes de como acostumbra, tal vez así pueda por fin vencer este extraño déja vú que me ataca cada final de semestre...
Espero no faltar más a la palabra que di a este lugar de tener constancia, me despido, volviendo el viernes con dos capítulos de Nostalgia, dada la ausencia del de la semana pasada. Se abrigan y ya saben, en esta época de fiestas: si toman, no manejen... por eso hay muchos que no manejan.
PD: El título de la entrada de hoy es con un doble propósito: devolverle la vida al blog, y por ese par de palabras que todos decimos cuando logramos que algo funcione, y que me quedé con las ganas de gritar cuando por fin mi robot dio sus primeros pasos... o giros, yo que sé.

En vísperas

Estamos entrando en aquella época anual tan conocida, temida por algunos, repudiada por unos cuantos, pero al fin y al cabo celebrada por todos. Supongo que cualquiera sabe a lo que me refiero, y guarda al respecto una opinión personal que no quiere sacar a la luz, ya sea para evitar ser el nuevo "Grinch" o por no verse infantil ante su círculo. Como sea, y aunque no lo quieras, tenemos ya las posadas a la vuelta de la esquina, la parafernalia completa que las acompañan, seguido de la nochebuena, navidad, año nuevo y finalmente, aunque ya no tan celebrado, el día de los reyes magos (el maratón Guadalupe-reyes, pues, para los conocedores). Comida a borbotones, festejos, risas y uno que otro que se pasa con los tragos (ajá... uno que otro). Esta serie de parrandas consecutivas normalmente terminan con nuestra salud, peso y cartera, la cual, dicho sea de paso, comienza mucho más ancha de lo que estuvo durante el año, pero adelgaza proporcionalmente a la inversa de lo que engordamos nosotros. Sí, todo es felicidad, unión y buenos deseos, pero dudo que alguno nos pongamos a pensar siquiera en el significado de la razón que nos tiene reunidos, comiendo a lo idiota y saliendo a la mitad del crudo invierno a altas horas de la noche (cuando lo mejor y más cómodo sería permanecer bajo una quincena de cobertores). Pues bien, esta aburrida introducción no tiene otro motivo que abrir tema acerca del origen de las posadas... ya es hora de que lo sepas.
Resulta que hace unos 2011 años, allá por el rumbo del camino de Nazaret a Belén, andaban vagando José y María (si no sabes quienes son, vas que vuelas para el infierno), todo debido al caprichito del emperador romano César Augusto, que los quería empadronados en un censo ¿Para qué? Ahí le preguntan cuando se lo topen en el otro mundo. Dice la costumbre popular que su peregrinar comenzó el 16 de Diciembre, buscando un lugar donde poder hospedarse (ya que, debido a la gran idea demográfica del César, la ciudad estaba abarrotada de gente), y que continuó hasta el archireconocido 24 de diciembre, el día en que María dio a luz al niño Jesús... el resto de la historia lo han de conocer muy bien. Este es el fundamento sobre el que se basan la serie de fiestas en las que te pones hasta las trancas con el alcohol y comes como si no fueras a vivir mañana, ¿Lo sabías?
Mi punto es el siguiente: ¿Por qué lo hacemos? Realizar una fiesta rodeada de excesos, en la época más marginada del año, basada en un sufrido caminar de una pareja que no conseguía alojo en ninguna parte, con la mujer embarazada al borde de tener al bebé, sinceramente me parece paradójico. Si tenemos el suficiente cinismo de decir que es en honor de ello, estamos todavía más hundidos en el consumismo de lo que pensamos, porque, seamos sinceros, lo que nos importa es el consumo. Pero eso sí, cuando alguien habla mal de la religión, ahí están los guardianes de la verdad, listos para salir en defensa de aquel cuyo humilde origen celebran con una borrachera. ¿No lo hizo acaso para demostrarnos algo? Él quería que aprendiéramos con el ejemplo, y desde antes de nacer nos legó el primer mensaje... pero dejaríamos de ser humanos si aprendemos a la primera.
En este tiempo llega el maravilloso aguinaldo a los hogares, lo que conlleva a relucir la flamante ley: "si más tengo, más gasto", y salen todos a abarrotar las tiendas, gastando compulsivamente en cosas que necesitan, que desearon alguna vez, o que estaban en oferta (porque los negocios se la saben, e inmediatamente llenan de llamativos anuncios el ambiente). Simplemente es imposible respirar en los centros urbanos: la gente va y viene acarreando cosas (como si se tratase de víveres para no salir en un mes), llevando niños a escoger los regalos que la deidad de su elección les traerá, ya sea ese invento panzón de la coca-cola (léase Santa Claus) o el niño Dios. El dinero fluye como en un río, pasando de unas manos a otras con una facilidad ridícula y a un tiempo increíblemente veloz, trayendo de nuevo a mi mente el recuerdo de aquel pequeño que nació en un pesebre, sin más calor que el de sus propios padres, y que se convirtió en el más grande hombre que ha dado este mundo (sin entrar en asuntos propios de la religión, Jesús de Nazaret es la mejor persona que ha dado esta cochina humanidad).
Espero que quien lea esto piense un poco las cosas. Sé perfectamente que no va a cambiar el estilo de vida, ¿Para qué, si funciona para el mundo entero? Unos ganan un servicio, otros dinero. El punto cumbre de este vericueto es el de crear un poco de consciencia, el hacer pensar un poco en la razón que nos tiene ahí, más allá del gasto, en compañía de nuestros seres queridos. Eso era verdaderamente lo que Jesús anhelaba, que las personas encontráramos la felicidad. En palabras de un sacerdote católico que tuve el placer de tratar, y cuyo punto de vista compartía, el único mandamiento de Dios es un llamado a ser feliz, no en función de lo que tienes o los suntuosos regalos y comidas que ofreces, sino basado en el mero hecho de estar vivo, reunido con tu familia y amigos, disfrutando de estar cerrando un año más de vida, con sus altas y bajas, pero contento y agradecido por lo que tienes.
Comenzamos la época de festejos decembrinos, con la frente en alto y la cartera llena... ya calcularemos los daños el próximo año. Haz que valga la pena; disfruta, pero no olvides de lo importante. Las cosas van y vienen, pero los recuerdos permanecen por siempre...
Luego de esa serie de frases cliché, que bien venían al caso, me despido, esperando invitaciones a posadas, festejos, comidas y lo que sea... ya en Enero nos veremos la cara la báscula y yo.

Nostalgia Cap. 7

Antes de entrar en materia y dejarles el séptimo capítulo de mi obra introductoria, me permitiré dar algunos avisos. El primero: como habrán notado, han habido algunos cambios menores en la web... nada del otro mundo, pero sí hay algo que notar, un pequeño apartado al fin de la barra lateral, ¿Ya lo viste? La gran noticia es que se me ha ocurrido obtener una licencia de Creative Commons, así que, en el extrañísimo caso que quisieras hacer uso de alguna de las cosas aquí escritas, tendrá que tomar en cuenta las reglas de este tipo de concenso (¿Eso será? Lo que sea, me entienden). Pues bien, la segunda noticia y última, para que esta entrada no se convierta en puras tonterías, es que habrán algunos otros cambios en el aspecto del blog, por lo que les pido amablemente su opinión conforme vaya haciendo los cambios, ¿Para qué? Para tener segundas y terceras opiniones.
Bueno, para no hacer más extenso esto, me permito mostrarles...
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VII: Perfección En Su Mirada
Miró con extrañeza al cielo mientras caminaba rumbo a casa. El chofer se había retrasado en recogerla del instituto, y optó por ir a pie hasta su hogar como quiso hacerlo desde un principio, antes de que su padre le impusiera la limosina.
Le gustaba soñar con cada paso, sintiéndose entre las nubes que la sobrepasaban, vagando con los pensamientos de tantas veces en una vorágine de hechos placenteros y dolorosos, siendo los más, aquellos duales.
¿Quién comprendería a esa alma misteriosa? Su ideología se basaba en el sentirse plena al día, como fue acostumbrada por su adinerada familia. Su único motivo para moverse era el mero hecho de seguir, buscando algo que ya tenía y sintiendo lo que ya experimentó en el pasado.
Pero entre la confusión y la complacencia, estaba el reencuentro. Tantas veces soñó con el mismo personaje, que se acercaba con su rostro manchado, para decirle que dejara de llorar, que todo estaría bien algún día.
Reencuentro de una primera vez, hacía ya muchísimos ayeres, cuando la oscuridad reinó en la luz pero su corazón se sentía vivo.
Marian era una estudiante aplicada en su oficio, sin detenerse a pensar en detalles como el amor o la amistad, recibiendo todo cuanto llegaba de buena gana. Ese actuar la hizo aceptar a Josh en su vida, quién fuera el primero en ofrecerle su amistad a su llegada a Din, y posteriormente le declarara su amor.
En aquel apartado tiempo que ahora evocaba, el moreno todavía no era su pareja, y sus sentimientos, puros y joviales, aguardaban a flor de piel por la primer ilusión. Para su desgracia, los planes del destino eran muy distintos.
Había un trío de chicos que se disputaban su amor entre ellos, sin atreverse ninguno a acercarse a pretenderla. El primero siempre traía una pañoleta en la cabeza, presumía de ser el capitán de un grado entero y solía pasar por su casa cantando a capela. El segundo era gran amigo del primero, de largos cabellos teñidos de blanco y ojos vivaces; un gran pretendiente si se tomaba en cuenta que se trataba del presidente del consejo estudiantil, y de una gran influencia en la escuela entera. El tercero era un chico reservado de cabellos grises, distraído al extremo y con una timidez tan grande como el halo de misticismo que lo rodeaba.
Un día, la delantera la tomó el primero del trío, que resultó llamarse Allan. Dio el paso decisivo y abrió plática con ella, todo con la intención de robarle un beso. No fue largo, tampoco dulce, solamente un experimento para apagar la duda e inducir el deseo de algo real. No fue difícil decirle que desistiera.
Albert fue el segundo intento. El joven hablaba con ella en muchas ocasiones, primero ocasionalmente, pero luego tan a menudo que llegó a ser molesto, más por que el único tema de conversación era él mismo, parloteando sobre sus logros y todo lo que podría alcanzar si un día decidiera hacer uso de sus muchas relaciones sociales. En un desplante ceremonial de modales, le pidió que la dejara en paz.
Esperaba que el tercer chico hiciera su intento, pero eso jamás ocurrió. Cómo por arte de magia, Falcon desapareció de la faz de la tierra. Estuvo triste todo ese tiempo, pensando que la posibilidad que tuvo de un primer amor se había esfumado sin dejar rastro, y que nadie más se fijaría en una chica tan callada y fina como ella. Fue en ese tiempo que conoció a Josh, y que aceptó su precipitada propuesta.
Sin esperarlo, una noche, mientras ella se preparaba para dormir, él apareció en su recámara. Su semblante distaba del de antaño, y sus ojos prácticamente inyectaban hielo en cuanto veían; las ropas que lo ataviaban eran como salidas de otra época, haciéndola pensar que se trataba de un sueño. Él no se acercaba, limitándose a esperar en la puerta un primer movimiento que Marian no pensaba hacer.
Finalmente, Falcon se acercó a ella con pasos temerosos, rompiendo la impresión de ser duro. Ella sintió alivio al ser mirada con temor, con un cálido y tierno temor. Perdida en sus pensamientos, no se dio cuenta de la mano que se extendía, ofreciéndole una pequeña caja de madera.
— ¿Qué... qué es esto? —dijo Marian, sorprendida.
—Es un regalo, pero te pido que no lo abras... no hasta dentro de un tiempo —respondió Falcon con miedo, esperando su primera impresión.
Lo tomó entre sus manos, y acarició las formas y sus contornos. Estaba extrañada por el detalle; a la vez, sumamente enternecida. Sonrió en señal de agradecimiento, y él procedió a marcharse en el acto.
—Espera, ¿A dónde vas? ¿Porque me has dado esto?
—No habría mejor persona para cuidar lo más valioso para mí. Cuando no me veas en mi mirada, entonces deberás abrirlo.
Luego de pagarle la sonrisa, desapareció, desvaneciéndose entre el aire. Ella miró con curiosidad la caja, pero no se atrevió a desobedecer sus órdenes, aunque no las comprendiera del todo. Quedó ahí, pensando en el significado de tan extrañas palabras. Más extrañas fueron cuando descubrió que, ante los demás, Falcon seguía desaparecido. Pero lo inverosímil fue despertar un día, y notar que la caja ya no estaba donde la había guardado.
Mucho tiempo pasó antes de que volviera a ser visto. No era el mismo chico de antes, sino que se había convertido en un joven taciturno y fácilmente irritable, al que sólo parecía importarle el reconocimiento ajeno. Se convirtió en una estrella del deporte, luego en un primer lugar del cuadro de honor, pero nada parecía saciar el hambre de triunfo que el reaparecido tenía. Incluso sus amigos llegaron a desconocerlo, cosa que notaba al verlos discutir en los corredores del instituto con frecuencia.
Pese a ello, Marian parecía tener un interés curioso en el enfadoso Falcon, como si esperara que volviera a ser el chico tímido, e intentara salvarla de la prisión de banalidad en la que sola entró, y de la que no salía por no herir a su único amigo, que aunque se enteró en varias ocasiones de sus amoríos con otras chicas, pensaba que en realidad la quería.
Al ver que para Falcon ella no existía más, decidió encararlo un día y comprobar que era la misma persona. Al salir de clases lo esperó con nervios, teniendo la esperanza de que no hubiera asistido. Pero al verlo acercarse a la única salida del lugar, entendió que debía hacerlo, por el bien de su propia salud mental. Con un leve toqueteo en el hombro comenzó el capítulo más embarazoso de su vida.
— ¿Qué se te ofrece? —le dijo Falcon en un tono molesto, mientras sostenía su escarcela con útiles. Atravesaba a la chica con su mirada de juez.
—Nada en especial, ¿Tienes un minuto? —su voz se quebraba, y el pasar de tantas personas le causaba un pánico incontrolable.
Tomaron asiento en una pequeña banca cerca de la salida, que originalmente fue puesta para que los elementos de la prefectura vigilaran a los alumnos que entraban por la mañana. Su costumbre se perdió rápidamente, dejando el espacio libre para los rebeldes enamorados que insistían en verse en el instituto, pese a su prohibición.
—Quiero preguntarte... sobre la caja que me diste —por fin se alentó a decirlo.
— Oh... ya recuerdo... —la voz de Falcon fue bajando de volumen, como si quisiera detener el tiempo para pensar su respuesta. Luego de unos segundos en incomodo silencio, prosiguió —. Yo mismo tomé la caja de tu habitación, preferí que no vieras su contenido.
—No entiendo, ¿Por qué? —Marian pensó lo que dijo, y rectificó —. Para empezar, ¿Por qué me la diste a mí?
—Son detalles que no puedo decirte ahora, cosas que no debí haber hecho —se puso de pie, colocándose frente a ella en pose retadora —. ¿Qué quieres? ¿Qué te diga que te amaba? Los tiempos terminan por destrozar todo...
—Entonces... ¿Ya no? —la joven parecía decepcionada.
—Algún día te daré una respuesta...
— ¿Cuándo? ¿Cuándo vuelva a verte en tus propios ojos?
Esa frase sacó de sus casillas a Falcon instantáneamente. Sin tener un mejor argumento, optó por irse sin decir más, ignorando a la chica que lo perseguía con la mirada desde su asiento. Ese fue el incidente que marcó una enorme diferencia en la vida de Falcon, y ella jamás lo supo.
Volvió a desaparecer. Marian ya estaba acostumbrada a pensar que se trataba de un fantasma, y que algún día saldría de la coladera mientras tomara un baño, o de entre un libro de terror cuando estuviera leyendo. Como fuera, por fin había entendido las palabras que le dijo la noche que le dio la caja, y pensaba que ese secreto los unía, no en amor, sino en algo que trasciende las fronteras humanas. No era él, y solo ella lo sabía.
Nunca supo que fue lo que ocurrió, pero un día, ya cerca de que la generación se graduara, otro nuevo Falcon llegó al instituto. Se trataba de uno parecido al primero, tímido, reservado y encantador, pero difería en que éste parecía no conocer a nadie, ni siquiera a sus entrañables amigos. Ellos parecían saber el origen de su amnesia, porque se encargaban de instruirlo en todo lo que fuera necesario, incluso volvieron a presentarle a todos sus conocidos, que no terminaban de comprender la situación. De entre los confundidos Marian era la más atormentada, pues no sabía si volver a acerarse a él o dejarlo en paz, sintiendo todavía la culpa de su última desaparición.
Optó por lo segundo. Miró al joven de cabellos grises marchar una tarde, feliz por haber concluido los estudios, y preparándose para los siguientes. Para sus adentros, Marian sonrió, la felicidad que buscaban ambos parecía no cruzarse. Él estaría triunfando por la vida, y ella aprendería a ser feliz con su mejor amigo, con la esperanza de llegar a sentir latir su corazón por él.
Tal cosa no ocurrió. Ahora Marian era una chica taciturna que se perdía en los vanos pensamientos de querer regresar el tiempo, y tratar de ser feliz con el hombre que despertaba en ella un sentimiento de aventura, de una tierna introspección.
A pesar de ello, una parte de ella estaba contenta. Su caballero empedernido había dejado las conquistas vanas, recuperándose a sí mismo. Lo pudo ver aquella última vez, en la perfección de su mirada.