Pensando en lo que fue, en lo que soy y en lo que podría ser, hoy se fue un día más perdido, vagando entre ideas y suposiciones en las que se desperdiciaron las horas. Sé que no volverán, sé que esos planes no encontrarán el momento de cumplirse, pero no hay pausas en este juego, y todo lo que tienes a la mano es la decisión: ¿Pensar o actuar? ¿Ser o parecer? ¿Sentir o fingir? No hay tiempo para segundas oportunidades, y las que lo parecen en realidad son el inicio de algo más, pues cada instante está contado, cada momento es irrepetible y cada vida única.
Si todo esto es así, ¿Por qué entonces mi pensamiento no me deja disfrutar de las contadas y privilegiadas horas que tengo en este mundo? ¿Por qué insiste en hacerme detenerme y pensar en lo que ya perdí, en lo que no recuperaré, y más irónicamente, en lo que sí aproveché? Su crueldad sale de la lógica, pues la consciencia de saber lo que ocurre y no hacerlo es más estúpido que hacer las cosas sin pensar y dejar que el mundo gire y las personas mueran por gusto propio... pero no me quejo, muchas veces he insistido en que el sentido común ha abandonado este planeta, y si no es así, al menos ya me obligué a que lo hiciera de mí.
Sin embargo, en la maraña de pensamientos suicidas de tiempo que tuve, hubo uno que hizo que valiera la pena la pérdida, que hizo valer cada segundo desperdiciado de oxígeno, de espacio y de tiempo. No es el descubrimiento más grande de la humanidad, ni siquiera toma en cuenta a otro ser vivo fuera de mi cuerpo. Sí, fue un descomunal desborde de egoísmo, un descarte de la humanidad completa para pensar solamente en mí por un segundo, intentando recuperar una pizca del orgullo perdido tras tantas batallas en el diario caminar.
Porque, he de admitir en este ataque de egocentrismo que mi vida no ha sido sencilla en los últimos tiempos, que la vida decidió darme la espalda por más de doce meses y trastocar todo aquello que consideraba perfecto o inequívoco. Como por arte de magia, las columnas vertebrales de una existencia tranquila se convirtieron en problemas, los apoyos en ausencias y la vida en un fastidio, ¿Pero a quién reclamarle? A nadie, solamente seguir caminando con la piedra a cuestas a la espera de que, si no mejora la situación, al menos que no empeoré más... pero eso siempre puede ocurrir.
Así, sin más, tengo la esperando de seguir siendo lo que era, una persona ajena a la que solía ser cotidianamente, pero que me mantiene tranquilo por el día y me da sosiego en las noches, permitiéndome viajar a la tierra en la que en verdad soy yo mismo, siendo ésta la causa por la que siga entre los cuerdos un día más.
Un saludo a quienes me entienden, y a quienes lo intentan... mis más sinceras gracias.