Muchas veces nos encontramos con pensamientos divagantes que nos asaltan a la medianoche, que nos hablan de errores y de súbitas acciones cometidas a la sombra de la expectación, basados en hechos tan banales como evanescentes, pero que demuestran que por una parte seguimos siendo animales, y por otra que el placer seguirá siendo la bandera que rija sobre la razón.
Somos marionetas de sombras que vagan en un teatro diurno donde la oscuridad domina sobre el pensamiento, donde todos esperan tener la razón cuando ésta no es más que un punto de vista, cuando creemos que llegaremos a ser más, cuando nos consideramos perfecto para un mundo que no nos entiende, que nos pide ser lo que no alcanzaremos nunca, pero que en la búsqueda de esto es cuando de verdad vemos el propósito de una vida entregada a una misión, cuando una sonrisa cobra sentido y una lágrima se convierte en la cama donde reposar un alma exhausta.
Hoy tengo ganas de volverme la hoja de un árbol, seca y caída sobre la tierra, y ser llevado por un remolino de polvo a través de una espiral descendente, en un intento de marearme y sentir que los días han vuelto atrás, que los errores no han sido más que golpes sobre una pared aún no se dan y las sonrisas siguen aguardando a ser vistas, a ser disfrutadas por los espectadores de los detalles románticos que hacen de la existencia plena. No hago más que engañarme, pues ni soy hoja ni un remolino me llevará al pasado. Soy un cuerpo flotando a la deriva, un soldado herido en una guerra sin declarar que está cansado tras la victoria y espera que el tibio abrazo del eterno encapuchado tome su vida con la guadaña, llevándolo a descansar según su intención, sin pasado ni futuro, solamente en un eterno hoy que ya no servirá ni como pretexto de oportunidad, porque esta ya fue dada y perdida en una apuesta por el todo... y que perdí sin haber estado presente.
Estoy triste, al borde de mostrar al mundo un rostro demacrado y sin brillo, falto de toda señal de vida y supervivencia, sin el ánimo de sortear los fuertes vientos de la tempestad otro día, falto de un mañana debido a la carencia total de un ayer satisfactorio, negado ante la posibilidad de corregir una equivocación, porque simplemente ésta no lo es, ¿Qué es sino entonces? La ignorancia, esa es la verdadera culpa por la que el presente se convirtió en un grillete, y el látigo sobre la espalda no es otra cosa sino una supuesta consciencia, ajena, pero al fin supuestamente mía.
¿Pero cuál fue el error? ¿Cuál la causa irreparable que me convirtió en un condenado a los momentos de antaño que creía eternos? ¿Cuál el responsable de que mi cuerpo sean sólo jirones de un ropón elegante? Nadie, ni una voz se acerca... todo son reclamos por pedirle al mundo más de lo que puede ofrecer, por sentir que merecía algo que ni siquiera es mencionable... por sentirme un segundo humano.