viernes, 8 de abril de 2011

Claro de Luna Cap. 4

IV: Bajo Las Estrellas
El sol se había marchado horas atrás, así como las penas y el estrés de los días cotidianos. Todo lo que tenían era la quietud del monte para ellos solos, un paraje lleno de verdor y aromas frescos, en los cuales perderse y encontrar de nuevo esas partes que la vida misma va robando a cada quien. No podía haber una negativa a la paz, a la reflexión, al pensamiento positivo que inundaba el corazón...
—¡Tu maldito perro se terminó nuestra comida! —gritó enfurecido Wingen, siendo escuchado en todo el bosque.
—Te dije que le dieras de tus gomitas. Cuando Sparky tiene antojo, se come todo lo que encuentra —justificó Paul a su can, de cuyo hocico escurría salsa de tomate.
El quinteto de amigos había elegido, con semanas de anticipación, ese fin de semana para una excursión al bosque, simplemente para no realizar un importante trabajo escolar en equipo bajo el pretexto barato de “andaba de viaje”. Por ese motivo fue que no los acompañó Ferret, decantándose por su record escolar en lugar de la diversión. Pero no fue un impedimento para que Paul, Wingen, Falcon, Vivas y Riddick, acompañados por el imponente y viejo perro del rubio y una enorme casa de campaña último modelo (cortesía del adinerado padre del joven Ixcen, en donde igual 15 personas dormían u organizaban una fiesta. Entre bromas y juegos, el grupo se dirigía a un claro donde poder armar la enorme estructura y hacer una fogata, sin lamentarse en lo mínimo el hecho de no tener bocado ni mucha noción en labores de supervivencia. Llegaron a un sitio ideal, ayudados por la iluminación artificial de algunas lámparas de mano, y se dispusieron a comenzar el itinerario.
—¿Sabían que Falcon no avisó en su casa que vendría? —se burló Paul, mientras se tiraba en el suelo a descansar.
—¡Por supuesto que avisé! ¿Cómo crees que estoy aquí? —intentó defenderse el chico.
—Con un pretexto —interrumpió Wingen, sonriendo —. Admite que le dijiste un pretexto a tu madre.
—Bueno... ella cree que estoy en casa de Riddick, haciendo la tarea —aceptó finalmente —. Se preocupa demasiado porque estamos solos.
Bajo ese argumento, ninguno se atrevió a decir otra palabra. El abandono del padre de Falcon desde su infancia era un tema intratable, que se evitaba a toda costa. Se dividieron en dos pequeños grupos, dos personas para armar la casa de campaña, y tres para buscar leña y algo comestible. Puestas manos a la obra, no tardaron más de un par de horas en estar listo su lecho, y ellos en círculo alrededor de una fogata, comiendo unas ciruelas sin lavar que extrajeran de una planta. Charlaban de una y otra cosa, riendo entre cada momento. El ambiente nostálgico de la fogata fue despertando los aromas del recuerdo, y comenzaron a evocar momentos del pasado, momentos que estaban desvaneciéndose conforme se encontraban ahí.
—¿Recuerdas nuestra primera escuela, Falcon? —preguntó el rubio, limpiando un fruto con la playera.
—Claro, como olvidarla. El día que nos conocimos fue toda una tragedia.
—No podía ser de otra manera, ¡Lo conociste a él! —saltó en carcajadas Vivas, mientras sacaba de su mochila un pequeño termo, y en el acto supieron lo que éste contenía.
—¿Trajiste alcohol a la excursión? —Riddick le dio el beneficio de la duda.
—Una fiesta no es tal sin él —quitó la tapa, aspirando el aroma. Luego le dio vueltas frente a ellos, incitándolos —. Aparte es un trago por persona, suficiente para alegrar el momento sin quitarnos la razón.
—Bueno, supongo que siempre hay una primera vez... —se excusó Wingen, tomando el termo con lentitud, un tanto nervioso, y dándole un sorbo. Hizo una mueca, combinación entre asco y satisfacción, y lo pasó a su amigo Paul, que, como Vivas, lo olió, pero al contrario, sintió nauseas.
—Lo haré si los demás prometen hacerlo —propuso.
Previa confirmación de los otros dos, dio un trago y lo pasó a Falcon, que hizo lo mismo sin pensar, tapándose la nariz. Finalmente, Riddick le dio un gran sorbo, devolviéndolo al dueño original, que se bebió el resto del contenido como si fuera agua. Gracias a esto, las risas aumentaron, igual que el grado de estupidez. Se encontraban bailando alrededor de la fogata, luego de hablar sobre rituales de apareamiento y danzas de la lluvia, cuando escucharon un fuerte estruendo, que hizo eco en los confines del bosque.
—¿Escucharon eso? —Wingen tenía los nervios de punta.
—No, solamente tú... ¡Claro que lo escuchamos! —nuevamente se burló Paul.
Lo que los chicos desconocían era que, un par de kilómetros cerca, se encontraba el origen de dicho ruido, y que lo conocían perfectamente. Se trataba de otro pequeño grupo de jóvenes, chicas específicamente, provistas también de lámparas, alimentos y equipo de campamento. El ruido venía del descuido de una de ellas, que había caído de bruces por el tropiezo con la raíz levantada de un árbol, y su posterior grito de dolor. Las que la acompañaban, en lugar de apoyarla, fueron hasta su lugar para taparle la boca.
—¿Qué no puedes permanecer un segundo sin hacer un espectáculo, Shadow? —entre las sombras se vio a una castaña reprimiéndola —¡Estamos en una misión!
—Lo sé, pero me dolió mucho —se excusó la chica, levantándose, todavía dolida.
Se trataba del cuarteto de chicas comandadas por Lizzie. Ella había decidido unas horas antes que debían acampar, precisamente en el mismo bosque que Paul y sus amigos, aunque ese era un detalle que sus compañeras desconocían. El supuesto viaje de placer era una coartada para que la popular joven pudiera obtener cierta información que deseaba sobre el chico que anhelaba. Sabía que ahí, a mitad del bosque, dejaría a un lado su coraza viril y diría secretos a sus amigos, verdades que podían darle una idea de qué hacer para que se fijara en ella. Shadow, Araly y Angel, por el contrario, lo único que querían era un momento juntas, divertido, que las hiciera olvidar el trauma de haber pasado días haciendo esa mugrosa tarea. Lo veían como algo que les ofrecía Lizzie, a cambio de no haber aportado nada al trabajo.
—¿Y dónde pondremos el campamento? —preguntó Araly, cansada de la enorme mochila de comida.
—Más adelante. No te quejes y sígueme, yo sé lo que hago —dijo, tajante, la lideresa.
Avanzaban lentamente, alumbrando cada parte con rapidez, ocultando entre ellas un miedo que iba aumentando, sobre todo por los sonidos que el viento producía alrededor de ellas, haciendo crujir las ramas en el cielo y rodar las hojas en el suelo. Parecía conspirar contra su sano juicio, por lo que, sin advertirlo, iban gradualmente aumentando el paso. Ninguna hablaba, siguiendo a la de al lado esperando que ella supiera que hacer, Angel a Araly, ella a Shadow y ésta a Lizzie, la cual buscaba sin querer ser notada el campamento de los chicos sin éxito alguno. Su expectación se convirtió en miedo, y posteriormente en pánico, cuando escucharon un sonido proveniente del frente, como si se acercara algo entre la maleza de los árboles directo a ellas. Se detuvieron, rodeándose entre ellas, apuntando con sus luces en el mismo punto, con un pulso tembloroso y la respiración agitada. El sonido se iba haciendo fuerte, y el follaje se movía como eco del avance. Shadow sostenía el grito más fuerte de su vida, oprimiendo la mano de su mejor amiga con nerviosismo. Lizzie la soltó para tomar una pequeña navaja que tomara “prestada” de su padre, esperando poder hacer algo, notando que las fuerzas le fallaban. Entonces salió de golpe una gran figura del follaje, gritando como loco y saltando para levantar el polvo. Las cuatro gritaron aterradas, dejando caer sus lámparas y preparándose para correr, pero Lizzie se detuvo al instante, escuchando risas entre la polvareda. Tomó su linterna, y apuntó al culpable de su escape: era Carden, el imparable y bromista pelirrojo, retorciéndose en el suelo por el placer de su burla.
—¿¡Acaso estás loco!? —la castaña lo pateó, furiosa. Éste ni se inmutó.
—¡No pude resistirme! Eran una víctima muy sencilla —dijo, intentando contenerse. Se puso de pie, intentando verla a los ojos sin reírse —. Las vi desde un árbol, y decidí venir con ustedes.
—¿Se puede saber qué estás haciendo a mitad de un bosque a estas horas? —Shadow saltó inmediatamente, intentando verse de nuevo imponente.
—Podría preguntar lo mismo que ustedes: espiar a Vivas y sus amigos.
—¿De qué estás hablando? —se acercó Araly, contrariada.
—No me digan que no saben que él, Wingen y el resto de esos vividores se encuentra cerca de aquí, teniendo un campamento de niños pequeños —caminó sobre ellas, cual un juez —. No pudieron resistir la idea de espiarlos, de intentar obtener información valiosa para usar en su contra.
—No intentes proyectarte, Carden —se lanzó Lizzie en su contra.
—Me descubriste —admitió, riendo —. Ahora admite que han venido por lo mismo.
—¡Por supuesto que no! Hemos venido a acampar simplemente —no pudo sostenerle la mirada al hablar —. Haznos un favor y vete a hacer lo que estabas haciendo.
—Piénsalo, linda: a mitad del bosque se sentirán seguros, y si escuchamos los secretos de Vivas y compañía, tendremos armas contra ellos cuando nos hagan falta.
—Ahora que lo mencionas, no es tan mala idea —intentó ocultar su culpa detrás de la de él.
—¿Quieres hacer lo que este tonto nos dice? —se sorprendió Araly.
—Puede ser —se volvió a su amiga, imponiendo su ley —. Estamos ante una oportunidad única. Esos chicos suelen entrometerse en asuntos que no les incumben, y con un as bajo la manga se los impediremos. Podremos hacer ambas cosas, acampar y espiarlos.
—Suena divertido —para Shadow, cualquier cosa que involucrara varones era divertida.
—A mí también me parece bien —Angel, que no había encontrado manera de entrar en la charla, dio su aprobación apurada.
—... ya está decidido —suspiró la rubia, resignada a seguir la corriente al resto.
Así fue como continuaron el camino acompañadas por el pelirrojo, que relevó en el liderato a Lizzie en el camino, alegando saber exactamente la ubicación de los chicos en el bosque, además de un punto ideal desde el que podrían escucharlos a la perfección. Lo que desconocían, era que no solamente ellos estaban detrás del feliz grupo de campistas. Un par de kilómetros atrás se encontraban otros cinco jóvenes, ganando terreno a gran velocidad, cada uno con una mochila a cuestas. Cuatro de ellos discutían el motivo que los tenía ahí, molestos por la salida nocturna sin previo aviso, pero ese era un detalle que tenía sin cuidado al que se encontraba al frente, su auto nombrado capitán, que de poder, hubiera salido volando para poder alcanzar a los demás. Eran nada más que el equipo de soccer del grupo contrario a Falcon y compañía: Laki, Bencor, Nerem y Deray, con Allan y su pañuelo sobre la cabeza, obligándolos a seguir a marchas forzadas.
—¡Estoy arto! Debería de estar terminando mi tarea —se quejó Bencor, deteniéndose.
—Creo que no has entendido el punto de este viaje, inepto —el capitán fue hasta él, serio, llamando la atención del resto —. No estamos aquí para hacer un campamento afeminado, sino una importante misión, ¿Entendido?
—¿Y podemos saber cuál es esa misión tan importante que me tiene fuera de casa tan tarde? —Laki se cruzó de brazos, apoyando a Bencor.
—La tarea de mañana califica medio año completo, y ya se acercan el torneo de soccer interno que decidirá el equipo que representará a la escuela en el país, para el que piden un mínimo de calificación —sonrió de manera malvada —. Si por desgracia se llegaran a perder en el bosque, o les ocurriera un “accidente”, no podrán entregar el trabajo, y reprobarán el año. ¡Y no tendremos competencia en el torneo!
—Muy inteligente, ¿Se te ocurrió a ti solo? —habló Deray, mofándose.
—¿No te ha pasado por la cabeza que Ferret haya hecho el trabajo por todos ellos? Es un genio —Nerem intentó hacerlo pensar.
—De hecho, fue él quien me dio la idea. Lo escuché de casualidad hablando con otro chico. Dijo estar enojado con sus amigos porque decidieron hacer este campamento el día de entrega del trabajo, que no les ayudaría en nada, y que por él podían reprobar el año entero —exclamó, convencido de su plan —. ¡Está en nuestras manos conseguir que no entren al torneo!
—¿No has pensado en que nosotros no hemos terminado tampoco? —Laki interrumpió su canto triunfal.
—Estaremos aquí sólo un par de horas, luego volveremos a terminarlo en el resto de la noche, ¡El sacrificio valdrá la pena! —una vez convencidos, aunque no del todo, continuaron caminando detrás del moreno, que confiaba en su sentido de la orientación para encontrar a sus enemigos.
Ya para ese entonces, Lizzie y compañía se encontraban encima de un frágil árbol, mirando a unos cuantos metros al grupo de Falcon danzando alrededor de una fogata, como un puñado de tarados, seguidos por un enormeperro anciano. Desearon haber traído con ellos una cámara fotográfica, pero se tuvieron que conformar con contener la risa para no romper la fragilidad del silencio que las encubría. En lo más alto del tronco, Carden intentaba callarlas para escuchar lo que dijeran entre pasos de baile y saltos a través del fuego, pero no era nada más que canticos sin sentido y versos que no rimaban.
—Podrás cruzar el fuego, pero siendo un... topo —Wingen intentó burlarse de Paul, pero no encontró algo que rimara con fuego y dijo lo primero que le vino a la mente.
—¿Sí? Pues tú no puedes cruzar las llamas, porque pareces una... llama —al rubio tampoco se le daban las rimas.
—Ninguno sabe lo que dice, los dos son unos... pejelagartos —Falcon fue el peor de los tres, causando una risa histérica en el grupo, que los tiró al suelo sin poderse contener.
Lo absurdo del tema fue también causa de humor para las chicas, que no pudieron resistirse mucho tiempo, menos al ver caer a Vivas cerca de la fogata e incendiarse los pantalones, corriendo mientras gritaba como niña por una flamita. Causaron un estruendo tal, que los chicos notaron su presencia, poniéndose de pie en el acto, como si ese ruido bastara para quitarles el descontrol que tenían un segundo atrás, y se miraron unos a otros, indagando en el motivo del sonido que irrumpió en el bosque entero, y que hacía ladrar a Sparky sin control en todas direcciones.
—Este perro loco ya no distingue el origen del sonido, ¿Qué creen que haya sido? —escucharon decir a Riddick, limpiándose el polvo del pantalón y recuperando su habitual sensatez.
—Tal vez el eco de nuestra propia risa —espetó Paul, encogiéndose de hombros.
—¿Con tanto retardo? —Falcon desconfió, y comenzó a caminar, buscando el sonido.
Los demás lo siguieron, y las chicas los vieron desaparecer entre las copas de los árboles más pequeños. Encontrarían su campamento, pero no a ellas. Carden les hizo una cara de enfado por su error, sin poder hacer nada más por tener que ocultarse. El silencio que les ayudaba se convirtió en una condena, en un martirio que daba la impresión de eterno, hasta que fue roto por algo peor.
Una fuerte sacudida golpeó el árbol donde se encontraban, y quienes estaban en él se aferraron fuertemente, temiendo una caída estrepitosa. Shadow no resistió gritar, lo que estimuló una mayor fuerza en los golpes al árbol, escuchando risas debajo y frases incomprensibles. Finalmente uno no resistió, precisamente el varón, cayendo entre las ramas, golpeándose mientras le servían de amortiguamiento antes de caer de bruces en el suelo, dolido de cada centímetro de su cuerpo. Vivas y compañía lo tomaron como prisionero, rodeándolo y aprisionando sus brazos; justo cuando lo iban a interrogar, vieron bajar al cuarteto de chicas del mismo árbol, con el cabello revuelto con hojas y ramas, y portando una cara de pocos amigos. La imagen fue suficiente motivo para que la risa saliera de nuevo sin control, soltando incluso a su cautivo para dejarse caer al suelo desternillados. Lizzie se ofendió en sobremanera, y luego de quitarse los “arreglos” del cabello, y darle un poco de forma, se acercó a Paul y lo hizo incorporarse a la fuerza.
—¿Me puedes decir que es tan gracioso? —exclamó, furiosa.
—No sé qué quieres que te responda, son demasiadas cosas —el rubio intentaba hablar sin sonreír, más le era imposible.
—Por cierto, Lizzie, ¿Qué están haciendo aquí? —hizo Vivas la pregunta dorada.
—Un campamento, simplemente —Shadow se adelantó a dar la mentira preparada.
—¿A unos cuantos metros del nuestro? ¿Encima de un árbol alto? No puedes darnos ese pretexto tan malo —Wingen la abrazó, en señal de confianza, pero no de amistad.
—Está bien —la castaña admitió su culpa —. Vinimos aquí a espiarlos, a ver qué hacían para divertirse.
—Eso hubiera sido tan sencillo como pedir una invitación, mi estimada amiga —el joven Ixcen pareció tramar algo. Solía cruzar los brazos cuando como en esa ocasión.
—Vivas, no me digas que... —Paul intentó detener al que, pese a ser su ídolo, a veces no se medía en sus planes.
—Admitámoslo: sería mucho más divertido si nos acompañan en el campamento.
Discutieron un momento sobre los pros y contras, pero finalmente no encontraron argumento más fuerte que el del mismo Vivas “todo es más divertido cuando hay chicas”. Ese era el aliciente ideal para que aceptaran unánimemente, aunque esto conllevara tener que tomar a Carden como parte del paquete. Al notar que a él tampoco le parecía lo mejor, decidieron que era perfecto: entretenerse con unas y molestar a otro. La noche se estaba poniendo interesante.
Y lo mejor estaba por venir. En pocos minutos se encontraban los diez alrededor de la fogata, contando los secretos que Carden tanto quería escuchar, con la diferencia que ahora el ambiente provocaba la imperiosa necesidad de contar los propios, era un encanto abrumador con el que nada podían hacer. Paul admitió que un tiempo Sparky fue su único amigo. Wingen que no sabía lo que era amar en realidad. Falcon que, a pesar de odiar a su padre, lo extrañaba. Vivas que los quería mucho a todos, y que no concebía la vida sin ellos. Riddick no dijo nada, porque su secreto era sobre la callada rubia, presente ahí mismo, pero no apartó el pensamiento de la mente en toda la noche. Animadas por el ambiente, también las chicas dijeron sus secretos. Araly, por su parte, admitió tener miedo del mañana. Shadow dijo amar a los hombres, y que su vida sin hombres sería como estar en prisión. Lizzie, enternecida, admitió no poder olvidar su escuela pasada, un tiempo en el que ella, Falcon, Paul y otros tantos eran íntimos amigos, y pasaron grandes aventuras durante su infancia; les dijo extrañarlos, y que, a pesar de su popularidad, prefería aquella época. Angel estaba por decir su secreto, cuando un nuevo sonido irrumpió en el bosque, provocando que se interrumpiera la charla para salir a investigar, más que nada porque el viejo Sparky insistía en ladrar sin detenerse.
Los diez salieron caminando, acompañados por sus linternas, alumbrando todo a su paso. Ya pasaba de la medianoche, y los temores de ultratumba fueron surgiendo en base del nerviosismo general. Wingen contó que en ese bosque vivió una bruja siglos atrás, y que ofrecía niños al demonio para poder realizar sus pociones. Vivas le pidió callarse, escuchando nuevamente un sonido, más bien una sucesión de ellos, como golpes sobre la madera, además de un haz de luz en un lago, que se iba alejando al ritmo de los golpes. Las chicas chillaron acobardadas, pero los chicos, como todo buen joven con curiosidad, corrieron en busca de esa luz esquiva, a la que se esforzaban por seguir entre los árboles. Falcon, Vivas, Paul, Wingen, Riddick y Carden corrían con todas sus fuerzas, notando que ésta se detuvo de pronto, poniéndose a subir y bajar con un ritmo inconstante, y se pusieron de acuerdo en silencio para rodearla, a fin de descubrir lo que era, y aclarar una apuesta de Wingen y Paul sobre si se trataba de un extraterrestre o un monstruo mitológico, como afirmaba el rubio. Ni una ni otra, se trataba de sus cinco enemigos en deporte, que gritaron aún más fuerte que las chicas al verse rodeados por luces desconocidas.
En ese momento venían llegando las chicas, guiadas por la cantidad de luces que se reunían en un mismo punto. No se hicieron esperar las amenazas entre los dos equipos, que se reunieron en dos extremos, dejando en medio al grupo de Lizzie y a Carden, que nada tenían que ver con esa vieja rencilla.
—No puede ser, ¿Qué no podemos salir a acampar en paz? —refunfuñó Wingen.
—Cállate inepto, me has puesto el susto de mi vida —Allan saltó como portavoz y líder.
—Eso no importa, ¿Qué estás haciendo aquí? —Vivas intentó razonar con él.
—Lo mismo que ustedes, un campamento de compañeros, y comida, y... amistad —la mentira fue tan obvia, que Araly se rió a sus espaldas.
—Viéndolo bien, tampoco me importa. Ya sabemos lo que es la luz, ahora volvamos a nuestro campamento —fastidiado, el joven Ixcen emprendió la retirada.
—¡Espera! No pueden irse así de fácil —Allan intentó improvisar. Tenía que lograr su cometido —. Los desafiamos a un partido.
—Sí, inteligente, ¿En el bosque? ¿Sin una luz clara? Yo pasó —Wingen imitó a Vivas en irse.
—¡Esperen! —gritó una voz, y antes de que volvieran a quejarse, descubrieron que se trataba de Falcon, y que apuntaba hacia la oscuridad.
La pequeña luz escurridiza se encontraba a lo lejos, avanzando a grandes pasos con dirección desconocida. Antes de que se dijeran otra palabra, el grupo completo emprendió la cacería de ese “loquefuera” que los tenía tan intrigados. Ya bastantes cosas sin sentido habían pasado, así que nada más era capaz de asustarlos, luego de encontrar a Carden saltar de entre los arbustos, a Lizzie y sus achichicles salir de un árbol y al equipo rival en un paraje con una sola linterna. No, ni eran las personas más simples ni encontrarían algo normal en esa luz.
La luz avanzó hasta un acantilado, donde la vieron detenerse abruptamente al borde del abismo. Sonrieron satisfechos al saber que la tendrían rodeada, y aceleraron el paso para que no encontrara manera de escapar. En ese barranco ya no habían árboles, por lo que la luz de la luna alumbraba perfectamente la escena que encontraron, y que satisfizo su necesidad de algo increíble: se trataba de otro trío de chicos conocidos por todos, compañeros de clase, que tampoco hubieran esperado encontrar ni en un infinito de años. Nada más que Albert y Ferret, sosteniendo una linterna que apuntaba directamente a un chico de cabellos castaños y mirada picara. Era el único que no pertenecía a la misma escuela, pero no era un desconocido en lo absoluto. ¿Su nombre? Robert Ricq, pero él insistía en ser llamado Rob a secas. Molesto como ninguno, tenía la costumbre de seguir a sus supuestos amigos a todas partes, y estaba a medio paso de caer por un voladero, lo que no importó a más de un par, pero la llegada del grupo de campistas hizo que el otro par dejara de detenerlo.
—Esto cada vez se pone más raro —exclamó Riddick, tirándose en el suelo a descansar.
—Vaya, nos encontraron —se carcajeó Albert, bajando la linterna.
—Es su turno de explicarnos lo que les hizo venir a estas horas aquí —dijo a secas Wingen —. Si dicen que vienen a acampar, los lanzó por el barranco.
—No, en realidad vinimos a salvar su pellejo —aclaró Ferret, saltando al frente para aclarar las cosas —. Alguien me dijo que Carden tenía planeado acampar hoy, y presentí que no era una casualidad que quisiera hacerlo el mismo día que ustedes.
—¿Viniste a salvarnos? —se enterneció Falcon de su amigo.
—Luego de que se negaron a hacer el trabajo semestral, no lo hubiera hecho, pero entonces vino un segundo motivo —el joven genio no daba muestras de sentimiento alguno —. Escuché por error que el equipo de Allan pensaba sabotearlos para que reprobaran el curso y no pudieran entrar a la competencia por el equipo representativo del plantel, y ese fue motivo suficiente para venir a ayudarlos.
—Gracias, amigo... y perdón —Riddick fue con él.
—¿Y que hace Rob aquí? —Paul, que venía llegando al último, por haber esperado a su viejo can, fue lo primero que dijo.
—Nos lo encontramos mientras buscábamos su campamento —habló Albert, jugando con la linterna apagada —. Ferret me pidió ayuda para no dejar que Allan y Carden les arruinaran el juego, pero ahora veo que no era tan sencillo como eso.
—Y bien Rob, te escuchamos —Wingen lo abrazó, trayéndolo del barranco a terreno más seguro.
—Simplemente quería estar en su campamento —se limitó a decir éste, ante la risa general.
—Ahora todo está muy bien, y parece que no queda nadie conocido por encontrar en el bosque —habló para todos Vivas —. Solamente queda un pequeño dilema por aclarar: ¿Dónde estamos?
—Cierto. Debido a las corridas que hemos dado, nos hemos salido por completo del camino conocido —Suspiró Falcon, exhausto.
—¿Alguna sugerencia? —encogió los hombros Vivas, antes de dar él mismo una.
Ahí mismo, bajo la luz de la luna, el grupo pasó la noche completa disfrutando de la grata compañía de amigos y conocidos, contando sus felices vidas, bromas y narraciones de todo tipo. Convivieron de igual manera los populares y los marginados, los inteligentes y los pudientes; entre los grupos con mayor rivalidad, encontraron semejanzas que los hicieron uno por una vez, permitiendo encontrar en el enemigo diario un amigo eterno. Descubrieron facetas de esas personas y de ellos mismos que no conocían, como que Allan y Paul tenían los mismos gustos musicales, o que Laki y Carden compartían su pasión por conducir botes. Incluso Angel pudo hablar, fuera del yugo de sus compañeras, mostrando su complacencia por ese dulce momento, y las ganas de que se repitiera alguna otra vez.
El sol los sorprendió a todos despiertos, sin una pizca de sueño, listos para encontrar el camino con el estomago vacío. Seguían riéndose de propios y ajenos, admitiendo haberla pasado genial. Con la vuelta a la realidad, vinieron las preguntas surgidas de ese mundo que dejaron atrás por un día, cuando se confundieron con monstruos que resultaron ser más amigos que las personas de diario. La primera de ellas fue de Lizzie.
—¿Por qué bailaban tan ridículamente alrededor de la fogata? ¿Estaban tomados?
—Por supuesto que no —dijo tajante, Wingen.
—Yo pude percibir cierto aliento alcohólico en ustedes —Shadow los delató.
—Les di un poco de vino que traía en un termo, pero no te preocupes porque sean ebrios —Vivas aceptó, en tono de guasa —. Ellos son tontos por naturaleza, solamente necesitaban algo que los dejara ser ellos.
Un poco alejados del grupo, iban charlando Riddick y Ferret. El primero estaba completamente conmovido por el hecho de que su amigo dejara sus deberes para ayudarlos, pese a que ellos le dieron la espalda, y hacía el máximo intento por hacerlo sentir bien, aunque al intelectual no le importaba, estaba convencido de haber hecho lo correcto.
—Pero no entiendes lo grande que has hecho, amigo. Dejaste tu trabajo por ayudarnos.
—Eso no es del todo cierto —lo miró con sorna —. Terminé el trabajo antes de salir de casa. Tendremos una calificación.
—¿Quiere decir que tendremos...? —ese gesto hizo aumentar la admiración a su amigo.
—Por supuesto. Tienen que vencer a este grupo de tramposos.
Allan estaba por reclamar el adjetivo dado, cuando salió corriendo, jalando al resto de su equipo como cuando llegara. Lo último que escucharon de él los hizo caer de la risa por última vez.
—¡Tenemos que terminar ese trabajo!