Se marchó en una leve, pero linda evanescencia
entre nubes de deseo, entre sueños de algodón;
quizá buscaba refugio, entre pétalos de flor
quizá sólo quería un poco de calor.
Se fue, sin despedirse, sin un motivo ni un porqué;
vagando entre cardos y sentimientos del perder.
Entregó su vida triste a una muerte postergada
y entre mis brazos dejó lágrima sin querer.
¿Dónde estás, injusta verdad? Que hoy me miras indiferente;
no soy digno de observarte, menos de quererte.
Yo quería una razón, algo que me hiciera trascender,
tú me miraste fría, me entregaste tu porqué.
No lo entiendo, jamás lo entenderé,
te marchaste, y yo sigo sin creer.
¿Qué somos para este mundo vano?
Nada más que sombras del ayer.