Como "casi" no es mi costumbre, andaba el otro día zurcando el Internet en búsqueda de sabrá Dios qué, perdido entre los alimentos más raros del mundo y reparaciones obsoletas para automóviles (no tengo idea de la razón que me tenía viendo eso, pero admitámoslo: a todos nos ha pasado). Tenía tiempo de sobra, por lo que un tema llevó a otro, y las ideas para escribir fueron aumentando (sobretodo porque finalmente terminé la larga sexta parte de mi novela, lo que la deja con un lindo avance de 6/9, ¡Pronto, muy pronto!), pero no encontraba algo lo suficientemente interesante para anular cierta idea que tenía desde el fin de semana, pero que me prohibieron publicar debido a que podría herir susceptibilidades, provocar quema de iglesias y asesinatos masivos de primogénitos, además de que a las cabras se les caería el cabello y, a todos los que la leyeran, se les aparecería el mesías falso de su preferencia en tanga y les haría ver porque él es "el efectivo"... cosa que no me importa en lo absoluto, pero decidí darle una pequeña pausa, para trabajar un poco más la entrada, y que estuviera decente para que causara esos efectos y más. Pero bueno, finalmente apareció algo que me convenció lo suficiente para darme luz verde y comenzar a escribir al respecto. Como es un tema algo delicado (también), lo tomaré de la manera más tranquila posible, mostrándolo de un modo que todos entenderán: con un cuento infantil.
A ver mocosos, pongan atención al cuento sin nombre...
El Cuento Feliz (Y Sin Nombre) De Ana Y Mia
"Ana y Mia eran dos amigas, que vivían felices en un mundo lleno de princesas e ilusiones, todas de ellas radiantes como estrellas de cine, paseando por pastos verdes y cielos deslumbrantes, donde paseaban su belleza al sol. Ana y Mia eran sus consejeras y protectoras, siendo la fuente de la perfección que las rodeaba, como dos hadas mágicas que, con sus lindas varitas mágicas, provocaban que los pecados de las princesas fueran borrados en un santiamén. Sin embargo, para pertenecer a este mundo, las princesas (príncipes también habían, pero eran menos, y según fuentes extraoficiales, son del tipo que preferirían ser princesas) debían de ser delgadas, estéticamente cual una vara de nardo, bellas y perfectas. Cualquiera podía ser una princesa, solamente tenía que aceptar a Ana y Mia como amigas, y adoptar sus condiciones cual un par de diosas, ¿Pero qué importaba? La perfección nunca había estado tan a su alcance. Los sacrificios eran menores, siendo netamente uno: la alimentación.
(Retrato hablado de un par de asesinas)
Mia era un ser amable, que les permitía comer lo que fuera en las cantidades que desearan, pero que tenía una condición perpetua a este derecho. Luego de engullir los sagrados alimentos, de sentirse saciados y plenos por satisfacer sus placeres, la realeza debía desfilar hasta un sitio alejado, lo suficientemente para no ser visto de la perfecta pradera, donde depositaban, a fuerza de la magia de su hada, todo lo consumido a un río nauseabundo, donde lavarían las penas por una culpa inducida por su protectora, ¿Querían ser perfectas? ¿Tener un cuerpo delgado? Debían dejar ahí sus errores, y volver a la perfecta pradera con el estomago vacío, lleno de yagas internas por el forzarse a vomitar, con los dientes débiles por los ácidos expulsados y la piel gastada. Prácticamente arrastrándose, regresaban a su mundo hermoso, donde, con maquillaje y el reflejo que las aguas les daban de sí mismas, intentaban salir adelante del dolor que las consumía por dentro.
Ana tenía otro método para sus adeptos. Ella prefería evitar el pecado en lo mínimo, por lo que se limitó a dar una orden: bajo ninguna circunstancia, y aunque estés muriéndote, consumas alimento alguno. Tenía muchos seguidores, y sin embargo no podían hacer uno solo, pues estaban débiles todo el tiempo, per
diendo la noción de la realidad, de los seres que los amaban por lo que eran, de sí mismos. Su desnutrición era una cadena de males que les iba consumiendo, no solamente la salud física, sino también mental. Quedaba poco de su razonamiento, que se concentraba solamente en satisfacer la petición de su "amiga", que les proponía la perfección a cambio de ese "ligerísimo" sacrificio.
Cualquier sacrificio valía la pena para ellos, porque el gusto que les proporcionaba ese mundo lo valía, pero esa no era el único lado de la historia. Secretamente, las princesas y los príncipes soportaban una serie de complejos, un deterioro en su ímpetu que les decía que no merecían estar ahí, entre tanta perfección. Ante el espejo, no encontraban más que a un enorme cerdo, que les repetía una y otra y vez que eso eran ellos. No era nada más que el efecto mismo de lo que Ana y Mia estaban obrando en ellas, del deterioro que les causaba el estar en ese mundo, el querer ser una de sus princesas de humo, el querer dejarse para ser alguien más.
Algunos se sentían hermosos, y eran los preferidos de Ana y Mia. Muchos de ellos se reunían en grandes grupos a charlar, compartiendo consejos y maneras para mantenerse en esa perfección que el mundo les daba. Encontraban maneras de eludir los efectos devastadores de la furia de Ana y Mia, sin saber que solamente se engañaban a ellos mismos, pues, ante la mirada ajena, eran los que se encontraban peor que todos. Sus cuerpos pedían a gritos ayuda, escapar de ese maldito lugar, pero su mente ya estaba tan dañada, que lo único que podía pensar era "belleza", el término que los hizo caer ahí en primer lugar, y que los tendría hasta el último segundo de sus vidas.
Sí, se sentían hermosos, pero no eran más que un puñado de seres patéticos, mirándose unos a otros y sintiéndose los peores del grup
o. Los nervios consumían cada centímetro de su existencia, cuidando ese bocado extra que los podría convertir en el cerdo que se imaginaban podían ser. Sin embargo, y pese a todo, algunos lograban recuperar el sentido, imponiéndose al control de Ana y Mia, y eran capaces de ver ese mundo como lo que era en realidad.
Los verdes prados estaban en realidad áridos, como la piel de los que los habitaban. El río en el que se miraban, enorme y profundo, estaba lleno del vomito que supuestamente lanzaban en secreto los adeptos de Mia, además de excremento en grandes cantidades, por aquellos que tomaban el camino de la purga para eliminar su pena. El insoportable hedor parecía no afectar a los débiles enclenques que habitaban el lugar, caminando de un lado a otro, danzando lentamente sin sonreír, como un grupo de muñecas que ya nadie quiere, al tiempo que repetían que la belleza solamente se obtiene con sacrificios. Claramente se podía distinguir entre los adeptos de cada una de las dos amigas. Aquellos que seguían a Mia, carecían de dientes, y no se encontraban bailando, sino que estaban supuestamente ocultos de los demás, comiendo como puercos enormes cestas de comida, masticando con las encías y chillando como los animales que parecían. Hacían eso un segundo, y al siguiente lanzaban la cesta lejos, llorando inconsolablemente con la boca llena y golpeándose contra el suelo, causando lástima y asco en partes iguales. Por el otro lado, los seguidores de Ana eran los esqueletos andantes que danzaban, per
didos en pensamientos que les hablaban, y a los que daban respuesta, pues al fin y al cabo, cada uno estaba en su propio mundo. No tenían fuerza para levantar los pies, por lo que los arrastraban tristemente de un lado a otro, mirando las cestas podridas de comida a medias que los pro-Mia lanzaban, y con una mirada de resignación pasaban de largo, deseando lanzarse por ellas y avorazarse por los nutrientes que su cuerpo rogaba.
Aquellos que lograban ver tan triste escena, se encontraban entonces con el verdadero rostro de sus supuestas amigas, y no encontraban palabras para describir lo que les hizo caer en ese mundo. Tristes, encontraban fuerzas en la poca humanidad que les quedaba, y salían del lugar, esperando que los demás pudieran ver la realidad. Pero no, si algo somos los humanos, es necios, y una vez que veían la perfección, solamente ellos podían convencerse de lo contrario."
"Ana, amiga, ¿Eres tú?"
Sinceramente, no comprendo el motivo que lleva a tantas chicas (en su mayoría) a adoptar este estilo de vida, que a final de cuentas, debería de ser un estilo de muerte. No pretendo hacer un cambio de consciencia en estas personas (no lo logran los psicólogos, ¿Cómo lo haría mi cuentito?), solamente pretendo que menos personas decidan tomar este camino. Te pueden prometer innumerables cosas, pero existen infinidad de maneras sanas de conseguir la delgadez, y que no ponen en riesgo tu salud (la mejor es llevar una vida saludable, con una dieta balanceada y un poco de ejercicio diario). Las personas más bellas que conozco lo practican, conservando el brillo en su mirada y el color en su piel. No te dejes llevar por las modas, recuerda que ellas pasan al poco tiempo, y no quieres que eso te pase a ti, ¿O sí?
Les dejaría los sitios pro-Ana y pro-Mia que encontré, para que les publiquen porquería en todos los idiomas, pero eso lo haré luego (cuando tenga ganas de provocar una guerra entre gorditos y delgados... o más bien entre seres humanos normales y esqueletos con piel).
Saludos, nos leemos luego.