sábado, 25 de diciembre de 2010

Nostalgia Cap. 10

¡Feliz navidad! Espero que no haya habido algún ingenuo que pensara que yo iba a subir el capítulo de ayer en plena nochebuena, critico las fiestas pero sí las celebro, afortunadamente. Con la confianza en que tuvieron un buen momento en compañía de sus amistades y/o familias, les traigo aquí, ahora sí, el décimo capítulo de Nostalgia, ya nos estamos aproximando al final...
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X: Caer De La Cortina
—¿Te vas tan rápido? —se escuchó una voz entre los silbidos de los juncos, que lo hicieron darse nuevamente la vuelta, ésta vez con una enorme sonrisa. Su suerte no pudo haber sido mejor.
Gaia lo miró con indiferencia, ocultando siglos de desprecio. Él, en cambio, no miraba más que a una alimaña que debía ser erradicada a todo costo. El viento los envolvió, incitándolos a romper la barrera del silencio, a destruir de una vez por todas las murallas que las razas construyeron para protegerse y no enfrentar la realidad.
—Señor, ¿Qué hace aquí? —dijo Vientus, luchando por incorporarse.
—He venido a ayudarte, pude verte en apuros, y no iba a permitir que te mataran —le respondió Destiny con calma, poniéndose frente a él, en actitud protectora.
—No soy de tu misma calaña, Destiny… pero contigo tendré que hacer una excepción —Gaia estaba siendo dominado por la furia, pero pugnaba por contenerla.
Las palabras salían sobrando para este par de viejos conocidos. En eras pasadas disputaron el destino de la tierra en una prolongada batalla, ganada por el bando más santo a base de engaños y bajos instintos. Destruyendo a los otros, los expulsaron del edén que les fue dado a compartir, solo para terminar fuera ellos mismos de él. Esa era, a resumidas cuentas, la trágica historia de los mesopotámicos, que todavía guardaban rencor a los ya vencidos.
—Los años no te han hecho mucho, pagano, veo que tu prisión te supo guardar bien— dijo Destiny en tono despectivo.
—Y veo que a ti terminó por vencerte el tiempo, eres una piltrafa de lo que solías presumir… mejor no intentes nada —se burló Gaia, mientras le daba la espalda.
—¡No voy a permitir que te vayas! He dedicado mi vida a terminar con porquerías como tú y no vas a ser la excepción, ¡Ven y enfréntame! —el anciano estaba decidido.
—Señor, no lo haga… —gimió Vientus con pausada debilidad.
—Correcto, no lo hagas, vas a terminar lastimado… tal vez muerto —a pesar de todo, a Gaia le causaba lastima enfrentarse a los vestigios tan gastados de su enemigo. Simplemente deseaba causarle temor, un bien fundado temor.
—¡Cállate y enfréntame! —fue la orden que dio Lord Destiny, antes de sentir un profundo escalofrío. Había tomado la decisión incorrecta.
Gaia lo miró fijamente, con esos enormes ojos verdes que brillaban entre las penumbras de su túnica, estaba dispuesto a terminar lo que la traición no le permitió. Pidió a la madre tierra que le diera la fuerza para acabar con su enemigo, mientras se arrodillaba y acariciaba el pasto, que parecía estremecerse con su tacto. Ya bendito por su señora, se puso de pie, y sentenció por última vez —¿Estás seguro? —su contendiente no le respondió, era el sí definitivo.
Sobra decir que, en un par de segundos, el viejo yacía postrado al lado de su discípulo, incrédulo ante la jovial fuerza del pagano, al que los años no le habían mermado lo mínimo la energía, al contrario, se veía más radiante y vigoroso que nunca.
—Estás en mi entorno, viejo, jamás podrás amenazar a un pagano a campo abierto. Nuestra madre nos protege de todo daño, y se ensaña con quien viene a dañarnos.
—¡Esto no es posible! Te vencí en aquellos días, yo fui el que te aprisionó en la espada… —entrecortadamente dijo el anciano, escupiendo la tierra que tragó al caer, clamando un pasado en que fue un digno oponente.
—¡En mi propia espada! ¡Cómo olvidarlo! En los siglos que pasé preso, no he dejado de pensar en lo inmundos que fueron. Traicionar la alianza que forjamos justo tras vencer a los demás para ser los únicos dueños del planeta. Afortunadamente, ni sus dioses los apoyaron para permanecer aquí, entregando el planeta a los humanos… —dos podían hacer uso del pasado para dañar al oponente.
—Sí, fuimos relegados al Reino Radical por nuestro propio error, más hemos salido adelante, no desaparecimos en las eras oscuras sin dejar rastro.
—¡Claro! ¡Perseguidos por las masas! ¡Cazados como ratas! Jamás llegarás a comprender cuanto te odio, Destiny. No destrozaste mi vida pero aniquilaste a mi raza, y es algo de lo que no saldrás impune —la rabia que sentía Gaia podía sentirse, a través del turbio aire que emanaba su misteriosa presencia.
El máximo dirigente del Reino Radical se puso de pie, no sin algunas complicaciones. A su lado, su ayudante desafiaba al pagano con la mirada. La humillación por la que pasaban era tal, que no veían la manera de salir ahí con un dejo de dignidad, si fueran a hacerlo con vida.
—Si vas a matarnos, hazlo de una vez —dijo Vientus con completa calma, decidido a morir con la frente en alto.
—No es su día, no hoy. Muchas cosas están por ocurrir, y tendrán su parte en el drama —dijo Gaia, enigmático, lejano del odio recién sentido –. He cometido un pequeño error apropósito, muy pronto lo averiguarán…
Sin agregar nada, se marchó por fin, con un fuerte viento como cortina. El par que quedó en el lugar se miraba con confusión, tratando de indagar en el significado de sus últimas palabras. Inmediatamente lo relacionaron con Falcon, y su extraña visita.
—Algo tienen en mente ellos dos, debemos actuar rápido —dijo Vientus con temor.
—Estamos en su turno, joven. Una vez concluida su jugada, proseguiremos a hacer la nuestra. No perdamos de vista sus movimientos, dictarán nuestro paso.
—Hay mucho en juego en este partido, mi señor, no debemos confiarnos.
—Te preocupas demasiado, mi joven pupilo —Destiny era nervioso, pero ante Vientus actuaba con suma naturalidad y calma –. Volvamos a la Pirámide, tendremos que hacer uso del espejo.
Ambos se negaron a acudir a revisarse, considerando sus heridas superficiales. Ninguno hablaba, pero la tensión en sus pensamientos era incontenible. La incertidumbre, la fatalidad, eran prácticamente sólidos.
—Señor, ¿Qué es ciertamente lo que esperamos? —No resistió Vientus.
—Que la cortina caiga, y dé comienzo el verdadero espectáculo. Hasta no saber cuál es el juego, no vamos a prepararnos.
No respondió más. Admiraba demasiado a su maestro y ya en varias ocasiones le había demostrado ser prácticamente un adivino en materia de guerras. Lo miró con respeto, con la esperanza de llegar a ser algún día como él, solemne hasta en la derrota y con la determinación de enfrentarse a sus enemigos, aún en la más austera situación.
Dentro de su mente, apartado de las preocupaciones por lo que estaba por desatarse, cada vez más lejos de los preparativos del carnaval de la nueva era, se encontraba ese profundo deseo de recuperar el pasado, y volver a ser él mismo.
Egoístamente, anhelaba ver el caer de la cortina, y ser parte del espectáculo.