viernes, 17 de diciembre de 2010

Nostalgia Cap. 8

Pues, como ya había dicho previamente, hoy estarán disponibles dos capítulos de Nostalgia, esto debido a los sucesos explicados en la entrada del miércoles. Este es el primero de ellos, que, como siempre, espero que sea de su agrado y que encuentren en la historia un momento agradable, o algo que criticar, ya saben que no soy sensible a los comentarios destructivos.
Sin más, dejo con ustedes la octava parte de la historia, y la novena en la siguiente entrada, que dicho sea de paso, no comentaré nada en ella...
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VIII: Viento Sin Vida
Feliz todavía, recorría por primera vez en años la tierra. Corría por los vastos campos de eterno verdor, mirando las nubes sobre él, y sonriéndole a cada árbol. Era su antiguo hogar, y quería hacer de cada momento una eternidad.
Para su pesar, no iba a durar mucho, limitadamente hasta que cumpliera la misión. Pensaba en no cumplirla, también en todo lo que podría hacer mientras tanto, pero sus instintos lo obligaban a seguir. Afortunadamente, el paisaje de su recorrido le alegraba mucho el trabajo.
Desde los días de la guerra, Vientus no había pisado el planeta, y nadie podía imaginarse los sentimientos que albergaba. Después de todo, él fue parte del mismo, pero era un tema del que tenía prohibido hablar.
Fuertes ventiscas le acariciaban el rostro, jugando con su largo cabello, casi tan largo como el camino, pero era un placer. O lo fue, hasta que se topó con un desconocido. Sus ropajes extranjeros lo delataban, cubiertos por una túnica de viaje abierta, y el detalle en su rostro lo hacía todavía de mayor peligro.
—¿Quién demonios eres? ¿Y qué haces aquí? —dijo Vientus, desafiante. Podía ser éste el motivo de preocupación de Destiny.
El desconocido lo miró a través del antifaz que portaba, tan fuerte que pudo sentirlo.
—Soy solo un turista, y como tú, disfruto del paisaje, nada más— le respondió, despreocupado. Podía leer el nerviosismo en los movimientos de Vientus.
—¿¡Dónde está Falcon!? ¿¡Qué has hecho con él!? —con Destiny debía fingir, pero con los demás era un desesperado. —¿Yo? No le he hecho nada, de hecho él me hizo algo a mí, pero no importa. Tal vez el sujeto encapuchado con el que está hablando en este momento lo secuestre…— el enmascarado disfrutaba con el nerviosismo de su interlocutor.
—¡Debo darme prisa! —fue lo último que dijo Vientus, antes de dejar ahí al desconocido. Con una sonrisa se quedó mirándolo, antes de continuar su camino.
—Ah… esos sujetos nunca cambian…
Cerca del lugar, Vientus divisó a Falcon a lo lejos. Efectivamente, hablaba con un encapuchado, ambos sentados en la tierra. Se ocultó detrás de un grueso árbol, para analizar la situación y encontrar el momento de su interrupción. Estaban uno frente al otro. Falcon mirándolo con indiferencia, contándole sobre su vida. El otro lo escuchaba con paciencia, en posición de flor de loto.
Infortunadamente, el plan cambió al descubrir la identidad del encapuchado.
—¡Es Gaia!... —se esforzó por no gritar de la impresión. Los paganos, la tercera raza en discordia (humanos y mesopotámicos eran las dos primeras) encontraba su líder en él, el más antiguo ellos. Su poder era equiparable al de Lord Destiny, lo que llenaba a Vientus de miedo.
En los días de la creación, hubo una guerra entre las razas de la tierra, y Gaia se creía muerto desde entonces. Ni los años lo habían aniquilado, pues se veía sumamente joven y radiante. Era una carta digna de tomarse en cuenta. Antes de salir huyendo a contarle a Destiny, decidió quedarse a escuchar.
—Has escuchado mis razones, ahora quiero saber si vas a ayudarme —Falcon se notaba extraño, no era el que Vientus recordaba de años.
—No entiendo cómo me recordaste, pero me alegraba tu visita. Ahora no sé si estaba en lo correcto —la voz del pagano, casi etérea, denotaba una profunda tristeza.
—Alguien me ayudó a que lo hiciera… ¿Cómo sabes de mi amnesia?
—No puedo hablar al respecto —su hermetismo alivió a Vientus. Dentro de las instrucciones que le fueron dadas, estaba nunca revelar a Falcon ese detalle, y Gaia lo respetó.
—¡Nadie puede hablarme de ello! ¡Es por eso que quiero tu ayuda! —los cambios repentinos de Falcon eran cada vez más frecuentes y enfocados al enojo.
—Nada me impide hacerlo, pero todavía no sé qué garantía me das de que harás lo que me has prometido.
—Tendrás mi palabra, y si me conoces, sabes que jamás he faltado a ella —de nuevo estaba tranquilo, repentinamente.
—Por eso lo temo —el pagano sabía más de lo que Vientus pensaba, ¿Cómo lo conocería?
— ¡Tú no sabes lo que es despertar sólo! Con dudas sobre ti mismo y sin la capacidad de resolverlas. No sientes que el mundo se cierra a tu alrededor, ¡y te niega la oportunidad de tener una vida normal! —de nuevo la fase maniaca.
—… voy a hacerlo. Las consecuencias serán todas tuyas…
Levantando una mano, Gaia oró en silencio. Sus palabras comenzaron a tomar un efecto demoledor en el viento, que se tornó violento en demasía, moviéndolo todo con una brusca fuerza. El cielo comenzó a mover las nubes, que se centraron alrededor del par que estaba sobre el pasto. Un relámpago descendió, y su destello terminó con el extraño espectáculo.
—El sello está roto, lo demás es tarea tuya —concluyó Gaia, que miró a Falcon, deprimido, y le tocó la cabeza con la mano derecha. Él se la quitó, poniéndose de pie para darle las gracias con un ademán, y marcharse con prisa. Las dudas fueron tan fuertes, que Vientus se tragó el miedo que sentía, y se atrevió a encarar a Gaia, el ser más temido por los mesopotámicos.
—¿¡Qué es lo que ha hecho!?
—Esa no es manera de comenzar una conversación —le dijo Gaia, mientras se ponía de pie. Al ver los finos ropajes de Vientus, se esforzó por ocultar su furor. Bien sabía de dónde era su procedencia.
—Mi nombre es Vientus, y soy el vice líder del Reino Radical. Vengo en una misión especial y usted la ha entorpecido. Exijo saber qué es lo que ha hecho.
—Creo que ya sabes quién soy yo, y también que no voy a cooperar con los asesinos de mi raza. No he vuelto para postrarme ante ustedes, así que pierdes tu tiempo.
—¡No tiene opción! De otra manera, tendré que llevarlo a la fuerza ante el Consejo del Reino, y no será muy piadoso con usted —sus nervios se estaban convirtiendo en euforia, ¡estaba por enfrentarse al más fuerte de los paganos!
—Inténtalo, traidor, y conocerás el poder de tu propio pasado… —esas palabras le calaron, porque posiblemente nadie más, excepto Destiny, lo supiera, aunque fuera eso en realidad Vientus: un traidor a su antigua causa.
—¡¿Cómo lo supiste?!
—Tu amigo, el viento, me lo dijo. No te preocupes, nadie más lo sabe, pero el peso de tu culpa debería de ser suficiente para provocar tu suicidio.
—¡No permitiré que lo repitas! —gritó antes de estallar en ira, y cometer uno de sus más grandes errores.
Un par de segundos, y estaba en el suelo, sangrando de infinidad de partes a la vez, a los pies de Gaia. El pagano lo miraba con desprecio, esperando su reacción. Él, luchaba por recordar cómo ocurrió, y encontrar las fuerzas para ponerse de pie.
—No volverá a hacerte caso, has abandonado al viento, y él te ha abandonado a ti. No todos los amigos resisten una traición —le dijo para fulminarlo.
—… ¿Por qué?... —luchó por decir Vientus, pero no se entendió claramente.
—Murió en vida, vagando en busca de quien renegó de él. Perdió la fe y la encontró a la vez, conmigo. La fuerza perdida volvió al dominio de los paganos.
Las palabras de Gaia trajeron recuerdos de una disputa ancestral, en la que el viento dejó de ser un elemento para convertirse en sinónimo de libertad, de autonomía. O eso fue hasta el error de Vientus.
—No voy a permitir que esto siga así… —dijo con las pocas fuerzas que su cuerpo conservaba.
—¿Y qué puedes hacer? No eres más que el recuerdo de tus antepasados, la vergüenza de la estirpe que tan orgullosa se alzó contra mí y mi raza. Eso es lo agradable del tiempo: tarde o temprano posa a todos en el sitio que se merecen.
Una suave brisa apoyó las palabras del encapuchado, que comenzó a caminar en dirección contraria al deshecho Vientus, cuyo orgullo yacía a su lado, postrado ante el último vestigio de la raza muerta, preguntándose el porqué de tantos errores consecutivos, implorando la oportunidad de cambiarlos.
Gaia lo sabía, e hizo gala de ello con su discurso. Desde que fue dado por muerto, no pensó en otra palabra que no fuera venganza. Su oportunidad de recuperar la tierra que le perteneció, de darle el honor y gloria que se merecía la madre verde, de enseñar a las demás razas a vivir en armonía con los regalos de la creación, había llegado. No en vano su plan había trazado, usando como piezas, aquellas de otros juegos.
—Una eternidad es un instante, cuando la has dejado atrás —pensó. No era rencoroso, simplemente era una situación que debía cumplirse, por aquellos que una vez fueron parte de su nación.
El viento muerto le acariciaba, dispuesto a darle su oportunidad.