XVI: Nuestro Lugar.
Desde lo alto de una colina, los dos hermanos miraban al horizonte tomar tintes rojizos. Charlaban sobre mil banalidades, limpiándose el sudor de sus frentes. El viaje que se habían propuesto se estaba tornando tedioso. El dinero escaseaba cada vez más, y los empleos esporádicos en cada pueblo eran menos conforme avanzaban.
Anhelaban volver a su lugar de origen y encontrar alojo con algún viejo conocido, para dar un poco de descanso a su alma nómada, que ya no soportaba las tiendas de campaña y las comidas campiranas. No salían de animales cazados.
En un principio el viaje sería corto, pero al incumplirse la meta, terminaron siendo dos y medio largos años, y uno de ellos estaba al borde del colapso.
—Jamás lo encontraremos, admite por fin que está muerto. ¡Me duele todo! —dijo el más joven, acomodándose un pañuelo que impedía que los mechones de cabello taparan su rostro.
—No Sother, no nos detendremos hasta que vea a mi padre, aunque sea muerto —el mayor, con un eterno semblante de enojo, era el de la determinación.
—Pero, Jack… —el otro insistía, con un comportamiento prácticamente infantil.
—Cállate Sother. Si no quieres seguir, vete por donde quieras tú sólo.
—… ya sabes que no lo haré… —Sother sabía que no dejaría solo a su hermano, aunque estuviera al borde de la desesperación.
Cuando la noche cayó, ya ambos estaban recostados en sus sacos de dormir, todavía discutiendo el destino de su viaje. Por una parte, el pequeño Sother quería dejarlo todo y volver a Din, reencontrarse con su “verdadera familia”, y olvidarse de ese eterno viaje. Por otro, Jack pensaba morir en el intento de ver a su padre, cuya tumba vacía le dio la esperanza de volver a verlo, y encontrar las respuestas a tantas incógnitas que cargaba desde que tenía uso de razón.
Ellos no eran hermanos de sangre, pero se querían como tal, y se lo demostraban cada uno a su manera. El único lazo que tenían en común era Falcon. Casi nadie sabía la historia detrás de ellos tres, pues fue un error en la historia.
Ellos dos, como muchos otros, vivían rodeados de un misticismo hermético, del que jamás hablaban, del que no tenían recuerdo alguno. Ese lazo de silencio era lo que los hacía especiales, y que los unió en el destino, como pronto se dieron cuenta.
Una ligera brisa los despertó. Se pusieron alerta, sintiendo una presencia muy cerca. Detrás de Sother, Jack vio moverse una larga melena gris, brillando con la luz de la luna. Antes de atacar, lanzó a Sother lejos de un empujón para protegerlo, pero al ver a su atacante, recuperó la calma completamente.
—¡Eres un idiota, Jack! ¿Por qué me aventaste? —dijo Sother, sobándose la cabeza.
Jack no le puso atención, mirando a aquel que su hermano no notaba. Sother se extrañó, pero cuando un pequeño rayo de luz logró atravesar las ramas de los árboles, pudo ver ese rostro, tan conocido.
—¡Vientus! ¡Tanto tiempo sin verte! —gritó con su acostumbrada emoción.
—Hola Sother, lo mismo digo —Vientus se inclinó en muestra de respeto —. Jack...— el serio chico hizo lo propio.
El enviado de Destiny les contó a grandes rasgos lo que estaba ocurriendo en su ausencia, y los sucesos que estaban por desatarse. Sother y Jack lo escucharon con atención y seriedad. Una vez concluido el relato de Vientus, Jack dijo en un tono serio.
—Sother, cumpliremos tu deseo: volveremos a Din, después de todo, ahí es donde está nuestro lugar.
Su pequeño hermano lo miró con cariño y admiración, no pudiendo lanzarse a abrazarlo como un niño al que le llega su regalo prometido. Su hermano mayor era secamente frío, pero en esos pequeños instantes se dejaba querer, y miraba a aquel que quería como a un hermano menor, reteniendo el impulso de abrazarlo también, ¿Por qué? Era su manera de ser.
—¡Volveremos a nuestro lugar! —gritó emocionado.