Vaya, que días tan más extraños hemos tenido los mexicanos últimamente. Supuestamente, la semana pasada, todo estaba planeado para un pequeño puente en la primera semana de clases, ¿Motivo? ¡Qué importa! Eran tres gloriosos días sin profesores ni molestias. Gracioso, pero lo que comenzó como eso, tomó una dirección completamente distinta gracias a un "regalo" de nuestra querida madre naturaleza: una helada como no se había visto en muchos años. Es tal vez el primer semi desastre natural con el que me ha tocado lidiar, pues me tocó vivir una situación de caos como no lo había visto en mi vida entera: personas yendo y viniendo en un paisaje bastante desolador, inundado por la nieve y desprovisto de los servicios básicos. Sí, esos con los que no nacimos, pero que nos acostumbramos a tener a la mano siempre (agua potable, gas, electricidad, ¡Internet!). La situación se tornó bastante fea, pues ante la presión, las personas comenzaron a tomar las cosas de manera alarmante, abarrotando los surtidores de combustible y comprando alimentos en los pocos sitios donde tenían abierto (si habiendo electricidad, hay robos, no quiero imaginarme como estuvo sin ella). Estoy hablando de mi situación en particular y de lo que le correspondió a mi región, quiero aclarar, ya que al país del norte sé que le fue mucho peor (pequeño detalle es que ellos sí están preparados para los desastres, no como nosotros que no tenemos ni velas en la despensa).
Pero mejor comencemos por tiempos, mostrando las cosas una a una. Todo comenzó con las escuelas, que se vieron en la obligación de concluir la semana escolar el miércoles, dejando a los alumnos dos días para pasar encerrados en la casa ante unas vicisitudes que anunciaban desde arriba, y que, a pesar de saber que sería frío, no se sabía la intensidad. Extrañados, todos quedamos a la expectativa de lo que ocurriría. El jueves amaneció una tierna nevada que calaba en los huesos, con la carencia total de agua y luz (una cosa llevó a la otra: se requiere electricidad para surtir el agua en la ciudad). Luego de surtirme con un par de velas y un poco de alimento, me dispuse a hibernar el resto del día, a la espera de una señal para saber que hacer. El viernes ya no nevaba, pero permanecía un frío endiablado que te obligaba a no abandonar el hogar, con la pequeña novedad de que, al salir el sol y derretirse el hielo de las tuberías, comenzaron a salir los peores temores de la gente: fugas. En prácticamente todas las casas que pude ver, encontré chorros de agua y hielo saliendo de algún punto de la casa (irónico, seguía sin haber agua potable dentro de los hogares). Luego de conseguir una persona que arreglara la que mi casa tenía, las cosas comenzaron a calmarse poco a poco, aunque esa es solamente mi versión de la historia...
Algunas personas encontraron un trágico desenlace en este puente de tres días que terminó siendo de cinco, otras solamente pérdidas monetarias que calan más que el frío. El gobierno calcula daños y muestra estadísticas inútiles que no nos llevan a nada, sino a demostrar nuestra propia fragilidad ante lo inevitable, pero como siempre, esperamos que los de arriba den la cara para decir algo, en este caso, el gobernador, ¿Y qué dijo este ilustre ser? Lo que ya todos sabiamos: que no estábamos preparados (ahí que decirle a Dios para la próxima que avise, ¿No? Hace quedar muy mal a estos pobres mártires...¡Ajá!). Muchas noticias al respecto en los medios de comunicación, escenas de vehículos sepultados en la gélida capa blanca y personas forradas de ropa de cabo a rabo; nada nuevo. Sin embargo, hubo algo que me arrancó una sonrisa, algo que me dio lo suficiente en que pensar para escribir hoy esto: una ancianita.
La señora, ya bastante entrada en años, recordaba que hacía años había ocurrido algo parecido (hace 56 años descendió la temperatura también a menos de -20° C, pero ¿Quién lee las noticias?), y que entonces alguien le había dicho, una vez concluido el desastre "Esto es una señal de que estamos haciendo algo mal". Curioso, pero tengo la ligera sospecha de que la señora tiene razón. Será mi recurrente costumbre a buscarle un sentido a las cosas o la simple manía de querer castigar males con justificaciones tontas, pero el caso es que es lo más sabio que he escuchado acerca de lo ocurrido.
Adjudícaselo a lo que prefieras, pero siento que el mismo planeta nos está dando señales de que no le gusta la manera en que lo estamos tratando, y esta es solamente una de tantas advertencias que no hemos tomado en cuenta. Tuvimos un diciembre tranquilo, ¿Para tener ahora un febrero sepultado en la nieve? Eso no es natural en estas regiones, pero ya hace tiempo nevó una vez en mayo, así que no podemos decir que es la primera vez que se salen las cosas de control. Tal como lo dictan las religiones fatalistas, puede ser que estemos ante el inevitable final de los días, que venga algo más grande por nosotros, o simplemente tenemos otro ultimátum frente a nosotros para retomar el camino. Las cosas marchan por ciclos, y este es otro de tantos finales, podríamos decirlo, pero no por ello menos importante.
No me gusta pensar que vamos directo al desfiladero irremediablemente, sino más bien en soluciones. Hay mucho que podemos hacer todavía, tanto individual como grupalmente, para ayudar a que la situación en nuestro planeta se normalice. Desde el pequeño papel de golosina que tiras al suelo "porque no hay un bote cerca", hasta esas costumbres de quemar cosas o utilizar productos tóxicos (recuerda, si no los consumes, no los producen). Quiero extender una invitación para analizar las cosas, pensar en lo que pasa, en lo que podría pasar y en la solución que tenemos enfrente.
Estos días tuvimos la oportunidad de experimentar unos días de vacaciones en el mundo que nos quedará cuando hayamos agotado este lindo lugar donde nacimos. Espero que haya sido una experiencia lo suficientemente agradable para que quieras pensar en las acciones que tomas, pues, aunque suene a comercial trillado "eso es lo que nos va a quedar". No te invito a abrazar un árbol (que asco, quien sabe cuantos hayan hecho lo mismo con él antes), pero sí a tomar en cuenta al planeta diariamente en tu vida, sino para ayudarlo, al menos para no hacerle más mal.