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VI: Hijo De Una Era
Los preparativos habían comenzado. Por todo el pueblo no se escuchaba otra cosa, en mercados, campos de trabajo, y calles. Enormes cartelones se posaban en puntos principales, anunciando lo que ya todo el mundo sabía: el festival de la nueva era estaba a unos cuantos días.
El más afectado por la algarabía era Vientus. El vice líder del Reino no tenía un respiro, entre elegir los colores adecuados para los manteles, los números musicales del entretenimiento, y hasta las posiciones de los guardias durante el festejo. Todo el peso del evento recaía en él. No era muy complicado, pero la falta de tiempo para respirar estaba mermando su salud mental.
En todo ese tiempo, no había visto una sola vez a su jefe. Pensando todavía en sus palabras, se prometía acudir a él en cuanto tuviera tiempo libre. El asunto no era de extrema importancia, pero las dudas no hacían más que preocuparle en sobremanera.
Siempre había sido una víctima de los nervios, pero cuando ocupó un cargo tan importante se convirtió en su esclavo. Ahora creía que sus preocupaciones tenían motivos más importantes, supuestamente. No sabía con certeza si debía tomarlos en cuenta, pero su conciencia lo traicionaba en cuanto intentaba pasarlo por alto.
Más fue precisamente el día que hablaba con los guardias, nombrando a los protectores que servirían de valla en el evento principal, que se dio la oportunidad de visitar a Destiny, con el pretexto de pedir su opinión en lo relativo a la decoración. Una vez en el largo corredor, sintió que comenzaba a respirar con tranquilidad.
Sentía ganas de correr hasta él, consecuencia del estrés en que estaba inmerso, pero hizo un esfuerzo por relajarse, pensar que el tiempo se detenía, y dedicarse a pensar en la nueva era. Como extrañó en esos momentos el pasado, cuando no era necesario contar hasta diez para no cometer una tontería.
Destiny sonrió al verlo entrar. Tomó asiento frente a él, no sin antes saludarlo con decoro.
—Señor, he pensado enormemente en lo que me comentó, y sigo sin comprender del todo. Me preocupa lo que pueda ocurrir…
—En este momento no hay nada más en que pensar, excepto en los preparativos del carnaval, que supongo ya tienes completos.
—Prácticamente, aunque siempre terminamos con un poco de retraso. No todos son tan competentes como quisiera —mintió Vientus, asustado. El retraso era mayor, pero no iba a delatarse sin haber intentado arreglarlo.
—No son máquinas, Vientus, deja que todo siga según el destino, y que el festival sea como los dioses desean que sea. Respecto a tus preocupaciones, no puedo decirte que las olvides, haces bien en estar alerta, pero me temo que hay poco que puedas hacer.
—Excepto tratar de dejar todo en orden para cuando pase, ya lo dijo, señor.
—Correcto, pero he de decirte algo más: he descubierto que la fecha es inexacta.
— ¿Entonces? No podemos retrasar el festival, ya está todo programado para el día.
—Eso es lo menos importante, dejemos que el vulgo crea eso. Nosotros que lo sabemos, estaremos al pendiente de los cambios que puedan presentarse, porque todavía no consigo una fuente fehaciente para saber con exactitud la fecha del cambio —Destiny no era una persona mala, pero se aprovechaba de la ignorancia general cuando las causas lo ameritaban.
—Bien, ¿Solo usted y yo lo sabemos?
—Ha de haber algunos eruditos que se den cuenta del engaño, pero eso no debe preocuparnos, con una conferencia explicando el motivo será suficiente. Le daremos circo al pueblo, y no le importará el motivo de este, a final de cuentas.
—Ahora me preocupa todavía más, la era de Aries vendrá sin previo aviso, y el mundo puede convertirse en un desastre si no estamos preparados —Vientus sintió el peso del mundo en sus hombros, exagerado como solía serlo.
—Ya que veo tu preocupación. He de confesarte una propia. Ven conmigo, por favor —le dijo el anciano, mientras se ponía de pie y abría la puerta derecha de la oficina.
Entraron a una habitación que Vientus desconocía. En su interior predominaban los libreros e instrumentos de navegación. Todo alrededor de una enorme mesa rectangular, rodeada de una docena de sillas sumamente elegantes, y llena de escritos sueltos y mapas polvosos.
Algo que le llamó enormemente la atención, fue un enorme estante que despedía luz. Dentro resguardaba un par de mapas, dibujados y pintados a mano por un famoso artista mesopotámico. Su magnificencia se veía opacada solamente por la exactitud de su trazo, y su valor real.
—Los dos mundos… —dijo Vientus entre dientes. El de la derecha, era el del planeta tierra, cubierto de un hermoso mar azul, y adornado con pequeños trazos de animales entre los espacios de tierra. Cada ciudad, cada monte y laguna, todo estaba registrado en la obra de arte.
El de la izquierda, desconocido por él hasta hacía un tiempo, era el de “su” tierra, la que se encargaba de cogobernar: el Reino Radical. Distinguido del otro por sus mares rojos y su geografía completamente diferente, era menos rico en flora, en fauna, y hasta en población, pero igualmente hermoso. Creado en base a errores de la antigua civilización, era el hogar de los vestigios de ésta, y toda su descendencia.
—Veo que te interesaron los mapas. Fueron pintados por un amigo mío, y no me atrevo a tocarlos por lo bellos que son. Este lugar, aunque poco descuidado, es uno de los más importantes del Reino entero: es la Biblioteca Mesopotámica.
Vientus dio una vuelta completa, mirando por doquier los miles de libros. Toda la historia de la más grande ciudad que hubiera existido, todos sus secretos y descubrimientos estaban atesorados ahí. Ese era el motivo por el que Destiny siempre estaba prevenido: los libros de los profetas y los astrólogos lo apoyaban. Muchos doctos hubieran dado su vida por estar en su lugar.
—Jamás pensé que estos libros siguieran existiendo —dijo, recorriendo con la mirada los tomos, sin atreverse a posar un dedo en ellos.
—Algunos están incompletos, pero la mayoría se conservan intactos. Pero no te he traído aquí a ver literatura, sino uno de mis artilugios preferidos, y posiblemente el más utilizado —mencionó Destiny, pidiéndole que se acercara a mirar una enorme manta, recargada sobre la pared.
Con tirar levemente, la manta cayó. Estaba ante un enorme espejo, de unos 3 metros, con un marco de plata y rubíes. Vio a ambos reflejados. Él, con un enorme signo de interrogación. Destiny, con una sonrisa plácida, como estaba la mayor parte del tiempo.
—Este espejo fue un regalo del mismo rey Faphate. Solo puede ser usado por mí. Me permite ver a la persona que desee, en donde quiera que esté en este momento.
— ¿Y a quien quiere ver con él? —su discípulo entendía menos, sentía unas enormes ganas de estrujarlo y obligarlo a decir todo de una vez.
—Tal vez ya no lo recuerdes, pero existe una persona, un solo ser, capaz de mover los hilos del destino masivamente. No de manera consciente, pero sus acciones cambian la historia. Ni él mismo lo sabe, y es lo que me preocupa. Una mala decisión en éste momento nos puede significar la existencia.
Vientus hizo un esfuerzo por recordar. Eran aquellos tiempos felices extrañamente relacionados con una guerra. En el candor de la batalla, un pequeño joven era asediado por ambos bandos para pertenecerles, y finalmente decidió la victoria para el bando correcto. Parecía casualidad para todos, incluso cuestión de suerte, excepto para Destiny, que no lo mencionó a nadie, hasta que Vientus se ofreció a servirle.
—¿Está preocupado de que él pueda ser un problema? ¿Cómo? —le parecía ilógica la manera de pensar de su maestro.
—Hace pocos días, tuve un vago recuerdo de él, y decidí volver a usar el espejo. Aquello que vi bastó para sembrar la duda. No es prueba suficiente, pero por eso mismo lo comento, para que me des tu punto de opinión.
—No sé qué pensar. Me niego a creerlo, pero confió más en lo que usted dice ¿Lo mencionan las profecías?
—Sus palabras son confusas, pero uno de los libros menciona tormentas antes de la calma, y no descarto la posibilidad —Destiny no daba un paso en falso.
— ¿Tiene alguna acción pensada?
—Sí, y creo que te va a agradar más a ti que a nadie…
Vientus vio un brillo inusual en su anciano maestro. Él llegó a conocerlo como ninguno, y vio su necesidad de escapar a la libertad. Ahora le concedía la oportunidad.
Salió corriendo por el largo corredor. No quería perder un segundo. Con los pasos más largos que de costumbre, todavía escuchó las últimas palabras de Destiny.
—Cuídate, hijo de la nueva era.
No comprendió, pero estaba acostumbrado a ello. Le agradaba la idea de formar parte de ella, y esperaba que no se equivocara.
—Aries todavía no llega, y ya tiene un hijo…— pensó con mofa, corriendo con entera libertad.