miércoles, 3 de noviembre de 2010

Panem et circenses

Hoy tengo ganas de hablar de política. No es un tema elegido al azar, sino que me he visto envuelto en días anteriores alrededor del tema, gracias a la pequeña participación del padre de un conocido en este retorcido mundo. Si bien lo apoyé en todo lo que pude durante un par de días, y la verdad me daría gusto que ganara en su participación con la sociedad por ayudar a los pobres, generar más fuentes de empleo y hacer de este mundo un lugar mejor (un poco de sarcasmo no le hace mal a nadie), he descubierto que, al menos en mi país, la política es un vil juego de dados.
Analicemos un poco. Se trata de convencer a la sociedad mediante unas cuantas mentiras piadosas (¿Para qué nos hacemos? Si no son útiles al menos deberían ser sinceros) para que les regalen unos minutos de su tiempo en acudir a emitir su voto en favor de su supuesta causa, muy suya, prácticamente sólo del candidato y de nadie más. Viéndolo del lado más frío, no es sino un simple juego de popularidad (¡Igualito que la sociedad de alumnos en la secundaria!) en torno a un puñado de elegidos por un "dedazo" divino (llámese a esto partidos políticos), que disputan un honorable puesto de trabajo con un jugoso salario, siendo su propio jefe y con altas posibilidades de un ascenso a largo plazo (porque admitámoslo, el que empieza siendo presidente municipal luego se disputa el gobierno del estado, y si bien le va, es el mismo imperfecto que luego va a querer mandar en el país).
Ahora tomemos la situación desde un ángulo distinto. Consiste en organizar eventos sociales y colocar publicidad al borde de rayar en la contaminación visual (pancartas, lonas), del suelo (trípticos, panfletos, banderas) y hasta auditiva (estúpidos automoviles repitiendo el mismo desesperante anuncio todo el maldito día, pasando una y otra vez por tu casa, instándote a votar por su simpatizante... o al suicidio, en caso de que cuentes con poca paciencia). Viéndolo de este modo, no es sino entonces otro de los tantos opios que se ofrecen a nuestra ya dopada sociedad para mantenerla a raya cada cierto periodo (tres o seis años, normalmente), pues ya dijera sabiamente Juvenal durante el apogeo de Roma: "Panem et circenses" (pa´ la raza, pan y circo), lo que resume la política mexicana en una pequeña frase (memorízala si piensas seguir los pasos de nuestros honorables servidores públicos, no conocerás una fórmula tan infalible como esa).
Para llegar a ocupar un puesto, tienes que obtener votos de personas de toda índole: pobres, ricos, chicos, grandes... el punto se aclara por sí solo: es endemoniadamente difícil a simple vista. Esto se facilita en gran manera si utilizas la sabiduría que nuestro querido erudito del siglo I nos obsequió en tres sencillas palabras, dales dos cosas: algo que les entretenga el estomago y otra cosa que les adormezca la mente. Analizando estos dos puntos, encontramos entonces el origen de toda la parafernalia usada (porquerías visuales, auditivas y demás). Es entonces cuando llego a una triste conclusión: a la gente le gusta que le ofrezcan esas porquerías, las hace sentir unidas a una causa (llevar a un sujeto rico a hacerse más rico) o les da de comer por un par de días, todo depende de la holgura del bolsillo del candidato que hayas elegido. Resulta que el inadaptado que no disfruta del juego electoral soy yo, y que debo dejarme llevar por la corriente y disfrutar de los dos regalos que se nos ofrecen cada periodo de votaciones.
No quiero terminar sin aclarar un par de cosas que noté ahora que me inmiscuí en todo este espectáculo social. De los partidos ofrecidos, había un sujeto que se manejaba como "el candidato de los pobres", por provenir de una familia humilde, no contar con estudios, tener un trabajo precario (sería antes, porque es el cabildo de la actual administración) y estar más feo que Changoleón. Yo creo que sujetos como este son todavía más peligrosos que los ricachones que quieren ensanchar sus arcas, pues a pesar de que tuvieran la mejor de las intenciones (que la verdad no parece, se ve a kilometros que desea el puesto por otras razones de mayor "peso", y como dicen, la siente más el que no lo ha tenido que el ya lo tiene... ¡Me refiero al dinero!), porque mueven a la gente con sus poco limpias intenciones, haciéndoles creer que comprender sus necesidades y harán algo al respecto... en fin, juegan al Santa Claus con un montón de ingenuos. Bendito México, es de los pocos países donde volvemos a caer con la misma piedra tantas veces como no la encontremos.
Ahora entiendo porque gente como Fox llegó a la presidencia, eran todo un circo... y como pan de prójimo también era perfecto.
Nos leemos en otra ocasión.