Hola. Aquí está el siguiente capítulo, espero que sea de su agrado y que se atrevan a comentar algo al respecto. Saludos, y nos estamos leyendo el lunes.
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III: Una Palabra
Ellos no tenían la razón, pero él no estaba completamente en lo correcto. Los problemas siempre giraban en torno a lo mismo pero nunca habían sido llevados a ese extremo. La típica rebeldía juvenil, la clásica madre sobreprotectora que no sabe demostrar su miedo, toda la parafernalia conocida de las discusiones familiares.
El extremo al que este capítulo fue llevado, no era una clara excepción a la regla. El joven escapaba de casa con lo que traía puesto como único equipaje. Con el golpe de la puerta, comenzaba un inmediato cambio en su progenitora: el coraje por el temor. Lo que restaba era esperar que su hijo volviera con bien, como otras veces, hambriento y dispuesto a someterse al yugo familiar.
Según Falcon, eso no pasaría nunca más. No recordaba con claridad como había sido llevada la discusión a ese grado, pero no podía concentrarse en ello, los sentimientos que lo embriagaban eran muchos, y esa discusión fue simplemente el detonante de una explosión de emociones fuertes y frustradas. Una enorme laguna mental era su pasado, donde naufragaban las tristezas y el sopor que le inducía el no tener un verdadero apoyo. Incluso sus inseparables amigos le dieron evasivas sobre el tema, y terminaron por evadirlo a él también.
Ese nublado pensamiento, la desidia de su propia vida por continuar, y un prometedor futuro que no deseaba, eran un lado de la balanza, equilibrándose con un amor platónico, que nunca se realizó, y seguramente nunca sería realidad.
Era precisamente ese último ingrediente, el que lo convirtió en el joven taciturno y hastiado que hoy huía de la realidad, de la vida, de todo aquello que una vez significó algo.
Aun así, contradictoriamente, pensaba en regresar. No era una mala persona, era solo que cedía fácilmente a sus instintos, pero solía recobrar su fría conciencia la mayoría de las veces. Su inconsciente le dictaba que pidiera perdón, y dejara que el tiempo siguiera una tranquila marcha, guiándolo a su destino. Pero, por otra parte, la misma mente le imploraba que huyera, y formara un nuevo futuro, usando los trozos de su demolido pasado que momentáneamente aparecían como material. Y era allí donde residía el verdadero interés que se tenía en Falcon, aunque contadas personas conocieran su historia. De cualquier forma, aquellos que la sabían, habían optado por olvidarla.
Eran tantos los pesares, era tanta la impotencia, pero tan pocas las ganas de levantarse de ese oscuro agujero en que la vida lo tenía.
Sus perdidos pasos lo llevaron a las afueras de su ciudad natal. La hermosa Din, una de las tres capitales de Trioleen, tenía una historia tan larga y enredada, que solo era equiparable con su majestuosidad. Estaban las ruinas de la que fue en un inicio justo a un lado. Era precisamente el escondite predilecto del confundido Falcon, pues pocos se atrevían a caminar por los ancestrales muros de una civilización que sucumbió ante el designio de los dioses, por causas difusas. Según los más entendidos, fue la cantidad de pecados su perdición.
Casas destruidas, yerba luchando por quebrar el mármol de los suelos, y animales rondando por su alimento. El escenario no podía ser más adecuado para un actor de la pena, cuyo triste papel se discutía entre ser villano o víctima, sin edad suficiente para entender la bipolaridad que todos tenemos.
Se sentó en una pared caída, mientras miraba a su alrededor, para reconocer exactamente su ubicación. Era la casa de sus antepasados, sitio que prefería para aclarar sus ideas. Ya lo habían sorprendido ahí sus padres de pequeño, pero sabía que esta vez no saldrían a buscarlo, por lo que no temía ser encontrado. ¿Por qué no lo harían? Lo consideraban con la madurez para regresar por sí solo, sin entender el verdadero motivo de su enojo, que trascendía una simple disputa familiar.
¿A quién pedirle comprensión? Nadie daría un centavo por ese joven, al que el tiempo lo había llevado, de desconocido héroe, a patético intento de adolescente ignorado, e incluso humillado innumerables veces ante la sociedad.
—¿Quién era yo? —dejó escapar de sus labios, conteniendo las lágrimas entre palabras, esperando que un piadoso dios lo escuchase, y se dignara a darle, sino una oportunidad, una respuesta por su negativa.
El viento silbó con tranquilidad, haciendo eco en los juncos que crecían al lado de los pequeños charcos. Nadie en la redonda, nadie en su vida. Extrañamente, un constante y lejano sonido, comenzaba a acercarse con lentitud. Uno, luego otro, eran claramente pasos sobre el fango, con clara dirección a él. Se levantó prontamente, imaginando que podría tratarse de algún vago adicto, de los que abundaban en las ruinas, ocultándose de las inclemencias del tiempo.
Súbitamente, el sonido cesó.
Falcon se quedó tenso, sin terminar de confiarse. Y fue entonces cuando lo vio. Frente a él, salió cruzando una esquina. Falcon apretó la mandíbula para contener su miedo.
Vio sonreírle, a escasos metros, a su propia sombra. Perfectamente de pie, y con su exacta efigie y mirada, le sonreía con sarcasmo, conocedor del miedo que le infundía. Como reflejo, volteó a ver el suelo, notando la falta de su proyección. No se trataba de una broma.
—Hola Falcon ¿me reconoces? —le dijo con un dejo de burla.
—Sí, pero no entiendo cómo… —retrocedía un paso con cada palabra.
—No hace falta saberlo, lo que sí debes saber, es por qué me decidí a hablarte —el misterio de sus palabras se reflejaba en su mirada. Quería llamar la atención de Falcon.
—¿Y se puede saber la razón? —Falcon ocultaba con enojo el miedo, como tenía acostumbrado.
—Nadie mejor que yo conoce tu sufrimiento, y nadie más te dará una mejor solución que yo, te lo puedo asegurar —selló con una sonrisa su respuesta.
— ¿De qué hablas? No creo que en realidad seas mi sombra…
—Lo soy, y es una larga historia, pero no la escucharás de mí hasta llegado su momento. Ahora, hablemos de negocios…
El tiempo pasó, y Falcon sentía recuperar sus ansias de vivir mientras escuchaba a un ser oscuro, diciendo con su propio tono de voz lo que quería escuchar, una manera de darse a notar y de recuperar su ansiado ayer. Parecían estar separados por un espejo, sonriendo con el mismo brillo irónico.
—¿Has entendido mis palabras? —le preguntó la sombra.
—Claramente, pero todavía no sé si deba seguirlas —Por fin llegaba a Falcon ese sentimiento que le hacía detenerse, y razonar mejor las cosas antes de actuar.
—Muchas veces no es necesario pensar más de una vez, porque las ideas más grandes se forman en el candor de la pasión, sin esperar a nadie.
—Voy a pensar en todo lo que me has dicho, y te aseguró que lo mostraré al mundo, pero no he de hacerlo sin un apoyo.
—Esos apoyos han sido los que te han hecho caer, aprende a ser tú mismo contra el mundo. Enfréntalo: nadie te apoya.
—Cierto, pero entonces ¿Qué haces tú?
—Te doy una idea, pero quiero asegurarme de que la sigas. Prométemelo.
—No lo sé.
—Entonces has de experimentarlo...
Con un lento movimiento, la sombra posó su dedo índice en la frente de Falcon, que cayó al suelo, víctima de un fuerte estremecimiento. Lo último que vio, fue su propio rostro, oscuro e indiferente.
Despertó en lo alto de una colina, con una panorámica vista de su ciudad. El fuego consumía unos edificios, mientras la pequeña playa era asolada por unas fuertes olas. Truenos descendían de unos oscuros nubarrones, destrozando a su paso. Miraba con una mórbida fascinación la escena, cuando la sombra llegó detrás de él, con la calma de un presumido caballero.
—Tú has provocado todo esto, con el poder que has obtenido —le dijo.
—Pero yo… no puedo ser culpable de esto, no sería capaz…
Miraba con atención a las personas, pobres imperfectos que ardían en las llamas de la ira, retorciéndose, suplicando. De la mayoría no podía distinguir sus rostros, pero de otros, claramente veía sus ojos, mientras suspiraba sus nombres en el aire.
—Carden… Josh… Rob… Caesar… —eran las personas a las que más había llegado a odiar, y que con placer veía derretirse, sin dejar de sentir una profunda lástima por ellos. Ni él mismo podía entenderse.
—Claro que serías culpable, todos lo somos, solo es cuestión de los “incentivos” adecuados —la sombra disfrutaba de jugar con sus sentimientos.
—El coraje, la furia que siento contra esta gente, ¿Sería motivo suficiente para acabar con todos ellos? Tantos inocentes morirán…
—Y muchos culpables viven a costa de ellos. Mira lo hermoso de una decisión bien tomada: ahora tú decides quién pagará.
—Me gusta… hay tanto que podría aclarar con esto… —Falcon era dominado por sus instintos, la razón cedía ante el telón de posibilidades.
—Es tu oportunidad, yo solo soy un mensajero. Te he abierto los ojos, lo demás es problema tuyo —dijo la sombra mientras se retiraba.
—Dime una última cosa, ¿Estoy dormido o despierto? —Falcon estaba muy confundido.
—Eso depende de la decisión que tomes —fueron las últimas palabras del oscuro Falcon, que sin mostrarle el rostro se marchaba.
Ahí, admirando la catástrofe causada, Falcon tomó una tajante sentencia, que desencadenaría los engranajes del destino, como fue en un principio.
Una palabra, ese día cambiaría todo.